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José García Domínguez

Clara Ponsatí

La Cataluña contemporánea es un lugar tan extravagante que incluso Joan Tardà acaba pareciendo alguien sensato cuando se le compara con su entorno.

La Cataluña contemporánea es un lugar tan extravagante que incluso Joan Tardà acaba pareciendo alguien sensato cuando se le compara con su entorno.
Clara Ponsatí. | Cordon Press

Solo en el mayor pabellón psiquiátrico de Europa occidental, Cataluña por más señas, podría haber ocurrido que una persona tan claramente desequilibrada como esa pobre señora que ahora se pasea por el centro de Barcelona para darse un baño de micrófonos y cámaras de televisión, Clara Ponsatí, llegase a ocupar un puesto gubernamental tan sensible como en todas partes es la cartera de Educación. Porque en aquel circo con docena y media de pistas que fue el procés hubo, como en botica, de todo. Había cínicos, como el Payés Errante; había místicos kumbayás, como Fray Junqueras; había pícaros y buscavidas de barrio de las afueras, como Rufián; había pescadores en río revuelto, como Roures...

Había tontos útiles mesetarios, como Pablo Iglesias; había presuntos listos que resultaron no ser tan listos al final, como Artur Mas; había argentinos, que nunca pueden faltar argentinos en todos los saraos, como el boludo camillero Fachín; había cándidas almas en pena, como la muy llorona Carme Forcadell; había simples chorizos, como la familia Pujol al completo; y había también, claro, unos cuantos locos y locas. La Cataluña contemporánea es un lugar tan extravagante que incluso un tipo como Joan Tardà acaba pareciendo alguien homologable y sensato cuando se le compara con su entorno natural cotidiano. Sí, el jabalí Tardà, que interrogado por la televisión local del régimen sobre si le parecía una buena idea morir por Cataluña y su independencia, tal como la muy extraviada Ponsatí acababa de recomendar a los jóvenes patriotas de la demarcación, respondió: "Yo le habría dicho: vaya pasando. Comience usted. Inmólese".

Para luego, y sin solución de continuidad, añadir que lo depuesto por la buena mujer se le antojaba "una inmensa animalada". Muy mal tienen que andar las cosas en un sitio cuando hasta Tardà te puede llegar a parecer una persona con la cabeza correctamente amueblada y en su sitio. Eso sí, la muy heroica Ponsatí estará como las maracas de Machín, pero no tan tronada, sin embargo, como para tirarse por un balcón del Paseo de Gracia envuelta en una estelada, que sería lo suyo tratándose de alguien que tiene en tan alta estima la soberanía nacional de la Republiqueta. Loca por Cataluña, sí, pero mejor que palmen por la patria los demás. Asco de País Petit.

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