
Etimológicamente, lo "absurdo" es lo contrario de la lógica, la razón, el buen sentido. Es algo que no se entiende bien, como le ocurre a una persona sorda. Se trata de un rasgo de la conducta humana más corriente de lo que parece; se acerca a la de los "sordos" que no quieren oír, ni siquiera escuchar.
En las democracias modélicas no suele haber un lugar respetable para los partidos comunistas o separatistas. En la actual democracia española, no, solo, están bien vistos, sino que son socios del Gobierno de la nación. Es más, los separatistas gozan de una prima favorable según la ley electoral.
La clase política española se encuentra ante una permanente confusión de valores. Parecía suficiente conformarse con la inmensa satisfacción que significa mandar o, por lo menos, influir. Pero, resulta que eso no colma sus apetencias. La prueba es que, en casi todos los partidos que han gobernado, muchos de sus dirigentes no se conforman con mandar; se sienten movidos a hacerse ricos. La vía más inmediata es lo que llamamos "corrupción política".
Uno de los secretos del extraordinario "desarrollismo", en el segundo hemistiquio del franquismo, fue el despertar de la "industria turística". Requería poco capital y encontraba escasos competidores en otros países. Lo que puede la inercia: esta es la fecha en la que el Gobierno sigue descansando su política industrial sobre el turismo. Sin embargo, ahora, son otros muchos países los que ofrecen esos mismos servicios, que no son, propiamente, "industriales". Y, sobre todo, se trata de una actividad que genera pocos puestos laborales fijos y cualificados. Es decir, lo que hace un par de generaciones fuera la piedra filosofal del desarrollo, hoy, no lo es. Parece un tanto absurdo que sigamos con la identificación entre una economía turística y el necesario fomento de la industria.
Otro caso. Lo lógico es que el Gobierno persiga los comportamientos que se hallen fuera de la ley. Pero, en la España actual, el Gobierno favorece la entrada de los llamados "inmigrantes ilegales" con todo tipo de beneficios; es más, hace oídos sordos al hecho de que la tasa de delincuencia sea tan elevada en esa población.
Las normas jurídicas están para imprimir un sello de racionalidad a las relaciones sociales, especialmente, las que pueden resultar conflictivas. Pues bien, no, siempre, se adaptan a esa lógica. En ocasiones, el orbe normativo puede resultar caótico. Considérese este suceso común: una adolescente de 15 años necesita un permiso expreso de sus padres para que le instalen un piercing en alguna parte delicada de su cuerpo. Pero, esa misma chica puede decidir abortar o cambiar de sexo sin que se enteren sus progenitores. Hasta ese punto de irracionalidad hemos llegado.
En España, disponemos de todo un Ministerio para acabar con la lacra de lo que llaman "violencia de género" (feminicidio). Hay una ley específica para ello. El resultado paradójico es que, tras esas iniciativas, los delitos contra la integridad de las mujeres no han hecho más que aumentar durante los últimos años.
El hecho de que el mundo público aparezca tan absurdo es un ardid para que se reserve a una minoría de los iniciados. Son los que están en el secreto. La masa del vecindario permanece ajena a lo que se traen entre manos los que mandan. Así, no queda más remedio que comulgar con ruedas de molino. Credo quia absurdum est, que decía Tertuliano.
