
Parece que todo es naufragio en Pedro Sánchez. El anuncio de la promoción de otras 43.000 nuevas viviendas sonó a canción desesperada, amén de desesperante: los cincuenta y muchos minutos de homilía benzodiacepínica soliviantaron, con la excepción de la ensaladilla (¿post?) podemia, a casi todos los grupos parlamentarios, socios del Gobierno incluidos. La portavoz de ERC, Marta Rosique, firmó un resumen impecable sobre la intervención del líder del Ejecutivo: "Nos ha hablado 37 minutos haciendo un mitin electoral; diez minutos, sobre su dictadura amiga, y diez minutos más, sobre Ucrania".
La "dictadura amiga", por cierto, es el Reino de Marruecos. Sánchez comparecía este miércoles en el Congreso, en teoría –"En teoría, funciona hasta el comunismo. En teoría..." (Homer Simpson)–, para hablar de los últimos Consejos Europeos, de la guerra de Ucrania y de sus relaciones con la monarquía alauita. Sin embargo, ya puesto, celebró las cifras de empleo, cargó contra los "profetas del Apocalipsis", abogó por la reconstrucción del pacto de Toledo, destrozado por "la derecha y el neoliberalismo", y se ciscó en el supuesto destrozo de Doñana, hábitat del lince ibérico y, no se me ofenda nadie, del águila imperial. Lo de los nuevos pisos ya ha sido referido.
¿Y Marruecos? Pues un pasote, ya ves tú: que si "país amigo", que si "aliado fundamental", que si se ha abierto una "nueva etapa sobre bases mucho más firmes, que alejan las crisis recurrentes", que si arriban menos inmigrantes ilegales a Ceuta, Melilla y Canarias, "mientras en Italia han aumentado un 300%". Chúpate esa, Meloni.
El principal partido de la oposición, ojo, transitó por la misma deslavazada senda. Cuca Gamarra habló de todo y de nada, aunque empleando mucho menos tiempo, a Dios gracias. La portavoz del PP utilizó a Yolanda Díaz, ausente en el hemiciclo, como ariete contra el presidente: "Se sienta a su lado una vicepresidenta que le ha llamado "machista", que considera que usted debiera haber cesado al ministro del Interior (…), ¿no se da cuenta de que hasta en el Consejo de Ministros se le ha perdido el respeto?". Después, contribuyó a engordar esa tesis, tan entrañable como absurda, de cierta derecha política y, sobre todo, mediática que considera que hay una pila de votantes del PSOE que están encabritaditos perdiditos con Sánchez y que van a mutar en Leguina y en Corcuera: "El socialismo histórico no milita en el sanchismo". Que se lo digan a Fernández Vara y a Page, según la hora. Adecuadas fueron sus preguntas sobre Marruecos –"¿Cesó a la ministra de Exteriores a petición de Marruecos?", "¿Cambió la política exterior del Sáhara por motivos ajenos a los intereses generales?", "¿Tiene algo que ver la información, por lo visto, robada de diferentes móviles, entre ellos, el suyo y los de varios ministros?"– y pegadiza su despedida: "Adiós, señor Sánchez, adiós. Su tiempo se ha acabado". Faltaron los mariachis.
Por boca de Abascal habló el volksgeist de los asistentes cuando lamentó el tedio insufrible al que Sánchez sometió a la audiencia: "Haría bien, como diría el señor Tamames, en limitarse a mentir sobre el asunto de la comparecencia". El líder de Vox recordó que, en las instituciones del vecino de abajo, se sigue reivindicando "la anexión de nuestras ciudades de Ceuta y Melilla, que son históricamente españolas, desde antes de que existiese el Reino de Marruecos". Cuando invitó al presidente a que dijera "si Marruecos quita y pone ministros en España", la cara del líder del Ejecutivo manifestó una rabia salvaje y comprimida. Recordó a la del Increíble Hulk, pero en rojo. La atención del respetable menguó cuando el jefe voxero discursó sobre la "nueva religión que comparte (Sánchez) con los millonarios y con el PP: la Agenda 2030". Al menos, no mencionó a Soros.
Además, Jaume Asens, como inspirado por Lucía Méndez, bramó que "¡Doñana no se toca! ¡Doñana es para los andaluces, no para los campos de golf!". Por su parte, a falta de lanzar vivas a las FARC, Enrique Santiago reclamó la libertad para la "República Árabe Saharaui Democrática". La citada Rosique y Aitor Esteban criticaron el debate sobre el estado de la Nación encubierto y peñazo en el que se convirtió el pleno. Y nadie, ay, usó con Sánchez aquello que escribiera aquel poeta chileno: "Es hora de partir. ¡Oh, abandonado!".
