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Sánchez, los 'boomers' rojos y la clase media

El PSOE llega con tres años y medio de retraso a esa cita con lo que siempre había sido el núcleo duro de su base electoral.

El PSOE llega con tres años y medio de retraso a esa cita con lo que siempre había sido el núcleo duro de su base electoral.
Sánchez en un mitin en Murcia | Europa Press

Cuando apenas queda ya un cuarto de hora para las generales, el Partido Socialista parece que ha empezado a verle las orejas al lobo de la clase media. Desde su reconstitución a partir de la nada en el periodo inmediatamente previo a la Transición, el PSOE había convertido en su principal seña de identidad corporativa el hacer compatible una muy medida retórica izquierdista, empeño demagógico en el que Alfonso Guerra ejerció de maestro absoluto cuando sus tiempos, con una ejecutoria en el Consejo de Ministros que se orientaba por sistema a cortejar a las clases medias.

Para desesperación de la derecha, Felipe González gobernó 13 años seguidos porque siempre tuvo muy claro que, a fin de mantenerse en el poder, la socialdemocracia tenía que encarnar de facto la expresión política de las clases medias españolas. Y eso, en efecto, fue el PSOE hasta incluso el inicio del periodo revisionista que comenzó a tomar forma con la presidencia de Zapatero. Pero de modo inopinado, inopinado en la medida en que Sánchez no es ningún radical en el plano ideológico (producto típico de su generación, el presidente encarna a un funcionario del poder que no ha mostrado jamás el menor interés por las elucubraciones teóricas y las complicaciones intelectuales que eran tan propias de la vieja izquierda arqueológica que todavía encarnan hoy esas descatalogadas figuras de museo, los boomers rojos).

Está bien acordarse ahora, justo ahora, en la última vuelta del camino de la legislatura, de que la clase media es una gente muy normal que quiere comprarse un piso, pero que no le llega para dar la entrada. Está bien, sí, el problema es que el PSOE llega con tres años y medio de retraso a esa cita con lo que siempre había sido el núcleo duro de su base electoral. Un poco tarde, quizá. Tres años y medio en los que el PSOE logró olvidar por completo que nunca había sido el partido de los muy pobres, los muy precarios o los muy marginales, sino otra cosa bien distinta y distante. Y ahora, decía, ven el peligro. A buenas horas, mangas verdes.

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