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Carmelo Jordá

Pactar con Vox, ¿sí o no?

Los acuerdos con Vox son inevitables, hay mucho poder en juego, es lo que han dictado las urnas y además lo desean los votantes de ambos partidos.

Los acuerdos con Vox son inevitables, hay mucho poder en juego, es lo que han dictado las urnas y además lo desean los votantes de ambos partidos.
Cordon Press

Desde que Vox empezó a aparecer por las instituciones ha sido parte esencial de la constitución de gobiernos de derechas: facilitó la llegada de Juanma Moreno a la Junta de Andalucía en 2018, completó pactos de PP y Ciudadanos tras las municipales y autonómicas de hace cuatro años, facilitó la investidura de Ayuso en 2021 y, ya por fin, entró a formar parte del ejecutivo de Mañueco en 2022.

De haber creído a toda la izquierda, a la mayor parte de los medios y los periodistas, e incluso a un porcentaje nada desdeñable del propio PP, tras todos y cada uno de estos pactos el suelo se habría abierto dejándonos ver simas abisales de las que surgirían demonios, los ríos se habrían secado, los mares evaporado, los koalas extinguido y un meteorito del tamaño del autobús de Hazte Oír habría caído sobre Génova 13.

No hace falta que les diga que ninguna de esas cosas ha pasado, pero a cambio les diré lo que sí ha ocurrido: en Andalucía, tras ese acuerdo que iba a dejarlo marcado de por vida, Moreno logró una mayoría absoluta con la que la derecha sólo había soñado; en Madrid, Ayuso creció de una forma descomunal en 2021 y ha vuelto a crecer ahora; en Murcia, donde Vox facilitó también un gobierno de PP y Cs, los populares han pasado del 32% del voto al 42%.; en ayuntamientos como Madrid el cambio ha sido aún mayor: del 24% al 44,5%; y, finalmente, en Castilla y León, el único lugar en el que hay un pacto de gobierno en vigor, el PP ha ganado casi cinco puntos en estas municipales.

Es más, y para que no nos quede nada por contar: entre abril y noviembre de 2019 el PP ganó 700.000 votos y, ya que comentamos el voto municipal, este domingo han tenido 1,9 millones de votos más que en 2019. Todo esto después de pasarse estos cuatro años pactando con Vox. Toma ya, apocalipsis.

No me cabe la menor duda de que Sánchez en particular y la izquierda en general van a hacer la campaña a lomos de la terrorífica llegada del fascismo, como tampoco me cabe duda de que no les va a funcionar, en primer lugar porque nadie se cree que Vox sea el fascismo, en segundo porque, incluso si lo fuera, ya hace años que ha llegado.

Es más: estoy seguro de que el único lugar de España en el que les preocupa el asunto es el número 13 de la calle Génova, lo que probablemente les llevará a cometer varias estupideces en la campaña electoral en la que de facto ya hemos entrado. Por ejemplo, retrasar los pactos hasta después de las elecciones, que será la forma perfecta de que no se hable de otra cosa. Y sí, acabo de explicar que no pasa nada porque nadie se cree el cuento, pero qué necesidad tienes de pasarte toda la campaña discutiendo sobre eso en lugar de hablar de los pactos de Sánchez con los terroristas de Bildu, los golpistas de ERC y los comunistas de Podemos.

Los acuerdos con Vox son inevitables, hay mucho poder en juego y, sobre todo, es lo que han dictado las urnas y lo que esperan y desean los votantes de ambos partidos. En el PP tienen que ser valientes, dejarse de melindres, zanjar la cuestión lo antes posible y ponerse a lo importante: gobernar allí donde se puede y echar a Sánchez con una patada electoral tan fuerte que no pueda volver jamás.

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