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Pablo Planas

El candidato de Txapote e Iván Drago

No ha hecho más que empezar la pugna por la Moncloa y el "campeón" ya enseña los dientes y lo nervioso que está.

No ha hecho más que empezar la pugna por la Moncloa y el "campeón" ya enseña los dientes y lo nervioso que está.
Pedro Sánchez, durante un acto electoral en Gijón. | EFE

Pedro Sánchez es una mezcla entre Conor McGregor y el Psycho Clown, es decir, entre un luchador irlandés de artes marciales mixtas y un enmascarado de la lucha libre mexicana. El muñeco diabólico de la Moncloa ha retado a Alberto Núñez Feijóo nada menos que a seis debates, seis, lo que vendría a ser como encerrarse con una manada de vitorinos del mal llamado Paleto de Galapagar. La "idea" de Sánchez parece una broma, como si el abusón de la clase retara al empollón friki a una pelea a mano pelada en el gimnasio. A la salida de clase te espero...

La campaña promete. Sánchez y sus secuaces están que lo petan. La semana pasada pretendieron convertir al bueno de Borja Sémper en el dóberman de la derecha. Sí, a Sémper, que como portavoz es un caniche. Y esta semana empiezan desafiando a Feijóo a una ronda de debates con este Rayo de Jalisco del PSOE en el que se ha convertido el amigo Sánchez. ¿Pero a quién se le habrá ocurrido semejante melonada? ¿A Bolaños, el tratante de votos de Mojácar?

Esto no es serio y lo único que muestra es la desesperación de Sánchez y los sanchistas. No ha hecho más que empezar la pugna por la Moncloa y el "campeón" ya enseña los dientes y lo nervioso que está, como esos jugadores de cartas que no pueden disimular la gota de sudor que se desliza sien abajo antes de poner sobre la mesa las llaves del piso.

Sánchez habla de debates como podría hablar de carreras de galgos, de peleas de gallos o de ver quién orina más lejos según las reglas del marqués de sujétame el cubata. No disimula porque no es consciente de la turbia imagen que proyecta, del odio que destila, de la mala impresión que causan su colosal egocentrismo, su infinita soberbia y su enorme desdén.

El candidato de Txapote está desatado, con las revoluciones a tope. Ha salido en campaña a mil por hora, dispuesto a arrasar a diestra y siniestra. Desprecia a su izquierda y odia a la derecha y viceversa. Los analistas más templados sostienen que más que movilizar a sus votantes está activando a los de la derecha. Queda mucho, pero ahora mismo Sánchez es más Iván Drago que Rocky, más del equipo alemán que de la selección del campo de concentración en el partido de la muerte.

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