Menú

El pacto en Valencia, antesala del que deberá haber en España

Todos los sondeos dibujan un escenario para las generales mucho más parecido al que se ha dado en Valencia que el que se ha dado en Madrid o Andalucía.

Bien está lo que bien acaba: a pesar del desconcertante, irresponsable y acomplejado posicionamiento que el PP de la Comunidad Valenciana parecía haber adoptado tras las pasadas elecciones autonómicas y municipales —pactar con el PSOE la abstención socialista a la investidura de Carlos Mazón como presidente de la Generalidad para evitar tener que pactar con Vox—, el partido de Feijoó y el de Santiago Abascal han llegado finalmente este martes a un acuerdo de gobierno en aquella comunidad autónoma, sin más veto por parte de los populares que excluir del futuro Ejecutivo autonómico a Carlos Flores, candidato de Vox a la presidencia de la Generalidad que fue condenado por violencia psicológica contra su mujer durante su proceso de divorcio en 1999.

Por mucho que haya habido candidatos de otros partidos, condenados en el pasado por delito de violencia muchos más graves, como González Cañón en el PP, Eguiguren en el PSOE o Pedro de Palacio en Podemos, es del todo razonable que el PP haya reclamado y Vox haya aceptado la exclusión de Flores en pro de un gobierno de coalición por el que el PP de Mazón accede a que Vox asuma varias consejerías y la presidencia de las Cortes Valencianas, cuya vicepresidencia primera y primera secretaría recaerá en manos del PP.

Aun cuando habrá que esperar para que se concrete la configuración del gobierno y el programa de legislatura, se trata de un acuerdo sensato, razonable y responsable entre dos formaciones que deben verse como socios naturales allí donde ninguno de los dos ha logrado mayoría suficiente para gobernar en solitario, tal y como les reclama sus propios electores. En este sentido, haría bien Feijóo, no sólo en congratularse del acuerdo en la Comunidad Valenciana y aceptarlo sin ninguna clase de complejo, sino verlo con total naturalidad y como la antesala del propio acuerdo que él mismo tendrá que adoptar con Vox para alcanzar la presidencia del gobierno de la nación tras las próximas elecciones generales de julio. Porque desengañémonos: el escenario que dibujan todas las encuestas —incluidas las más generosas con el PP— para las generales tienen mucho más que ver con los resultados que se han dado en la Comunidad Valenciana que las que se han dado en la Comunidad Madrileña o en Andalucía, donde el PP sí ha logrado la mayoría absoluta.

En este sentido, Feijóo debería ya aparcar recurrentes y autoengañosas cantinelas como las que pretende justificar un gobierno en solitario de su partido, no en la mayoría absoluta, sino en cosas tales como "ser la lista más votada", "sumar más escaños que los que suman todos los partidos ubicados a la izquierda del PP", "llegar acuerdos con nacionalistas moderados" o ahora esa otra de "superar el umbral de los 150 escaños". No. En nuestro ordenamiento constitucional la única garantía que un partido tiene para gobernar en solitario es superar los 175 escaños o, en segunda vuelta, superar los síes a los noes.

Finalmente, si hay algo que Feijóo debería despreciar como una necedad extrema es esa cantinela de que los pactos del PP y Vox significaría la llegada de la "derecha extrema" o "extrema derecha". A la izquierda y a los nacionalistas siempre les parecerá una "vergüenza" y de "extrema derecha" todo acuerdo que implique desbancar a sus siglas —y lo que es más importante, sus políticas— del gobierno. Lejos de temer sus iracundas protestas, Feijóo debe asumirlas como señal de que va por el buen camino: "Ladran, Sancho, señal que cabalgamos".

Temas

En España

    0
    comentarios

    Servicios

    • Radarbot
    • Curso
    • Inversión
    • Securitas
    • Buena Vida
    • Reloj Durcal