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Elegir entre los males

Apoyar al PSC no es plato de gusto para la derecha. Pero hay cosas obligatorias aunque no gusten, por los efectos irreparables que tendría no hacerlas.

Apoyar al PSC no es plato de gusto para la derecha. Pero hay cosas obligatorias aunque no gusten, por los efectos irreparables que tendría no hacerlas.
El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, este miércoles en Barcelona. | EFE

Núñez Feijóo dijo en Es la Mañana de Federico que en el ayuntamiento de Barcelona su partido puede apoyar al candidato del PSC, Jaume Collboni, siempre que Ada Colau quede fuera del Gobierno. La condición es comprensible, aunque no sería la única, y el líder del PP, como político experimentado que es, no dio nada por seguro. Más aún, puso la pelota en el tejado de Collboni, del que dijo que "no quiere saber nada de nosotros" y "sólo quiere nuestros votos". Lo mismo, por cierto, que puede decir Vox, y lo dice, en ciertos lugares donde sus votos son necesarios para que el PP gobierne. Es un buen recurso para salir del paso, pero sólo eso.

El del Ayuntamiento barcelonés es un caso típico de tener que elegir entre distintos males. En la acción política es más frecuente tener que elegir entre malas opciones que poder elegir entre opciones buenas. De ahí que el ejercicio previo sea determinar cuál, de entre los males, es el menor. O, al revés, que a veces resulta más práctico mirar la inversa: cuál es el mayor de los males y, por tanto, cuál hay que evitar. Si el intento fracasa, qué se le va a hacer, pero la aceptación del peor desenlace debe venir después de haber hecho lo posible. Y ahí Feijóo está dudoso. No parece muy dispuesto a tratar de evitar el mal mayor, sino más dispuesto a lavarse las manos y que sea lo que Dios —y los otros— quieran.

Identifiquemos el mayor de los males, antes de nada. El mal mayor es que la segunda institución más importante y con más presupuesto de Cataluña, después del gobierno autonómico, esté también en manos del separatismo. De otra rama, pero del mismo tronco del que brotó el golpe del 2017. Y si alguien no se ha enterado de lo que hace el independentismo catalán con las instituciones en las que manda, pues ha veraneado demasiado tiempo en Babia. Pero el líder político de la oposición, que es además posible y probable próximo presidente del Gobierno, no se puede permitir el descanso en la Babia maravillosa ni la escapada del ponciopilatismo. Por mucho que le pida el cuerpo no meterse en el avispero. Y eso, se intuye, es lo que Feijóo preferiría. "El PP no puede hacer alcalde a nadie", dijo y es verdad, pero hasta cierto punto. Aún más nítido: "Esa no es nuestra responsabilidad". Cuando sí lo es, en parte.

De aquí a las generales, el camino es duro y se entiende que para un camino duro uno no quiera otra piedra en el zapato. Apoyar al PSC no es plato de gusto para la derecha. Pero hay cosas que es obligado hacer aunque no gusten, por los efectos irreparables que tendría no hacerlas. Lavarse las manos y no tratar de impedir que los de Junts copen el gobierno de Barcelona, es un mal negocio para España, pero también para el PP. El que se lava las manos escudado en su irrelevancia, certifica que es irrelevante y asegura que lo seguirá siendo.

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