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La izquierda que olvidó reír

Al puritanismo de izquierdas se le ha quedado helada la risa en la cara. La izquierda peca de soberbia, se toma a sí misma demasiado en serio.

Al puritanismo de izquierdas se le ha quedado helada la risa en la cara. La izquierda peca de soberbia, se toma a sí misma demasiado en serio.
Europa Press

¿Cómo vos, que eras tan izquierdoso, has evolucionado hacia posturas liberales?

Cuando era un joven inseguro y atormentado, me estremecía cualquier sentimiento grandioso sin importarme las consecuencias. Es decir, vivía en el reino de las hormonas y de las emociones. Por eso mismo me solidarizaba con todas las causas perdidas, por amor o, mejor dicho, por deseo de amor. Arrastraba un gran sentimiento de culpa y creía roussonianamente que todo el mundo, en el fondo, era bueno.

Ahora, que me he convertido en un adulto experimentado, ya no soy como antes por razones más pedestres, puesto que:

  1. Metafísica o fundamentalmente me horroriza la mentira.
  2. Éticamente no tolero que traten de engañar a mis congéneres.
  3. Estéticamente me repugna la estupidez.
  4. Personalmente no soporto que me tomen por tonto.
  5. Física o materialmente no me gusta que me metan la mano en el bolsillo.

Hace poco que se celebró el día de San Juan y creo que merezco un alarde, no solo porque sea mi santo, sino porque se trata de San Juan Bautista, el que clamaba en el desierto. De aquí a un mes más o menos tendremos nuevo gobierno en un país que no habito permanentemente desde hace años. Cuando me comunico con la gente que está en el ruedo ibérico, suelo decirles en plan de broma que me alegro de "ver los toros desde la barrera" y con ello hago un símil taurino que todo el mundo entiende, aunque no sea políticamente correcto. La diferencia estriba en que ya muy poca gente ríe, y que los que menos se ríen —de mis amigos, digo— suelen ser "de izquierdas". Poco a poco voy contemplando cómo se ponen rígidos, se les borra la sonrisa de la cara y se ofenden por cualquier nimiedad, llegando incluso a dejar de hablarte cuando manifiestas una opinión que se aparte de su concepción del mundo.

Vaya, me dijo el otro día mi amiga Sancha, y yo que creía que las únicas fundamentalistas eran las feministas y el que resto de la izquierda las tolera porque no tienen mucho donde agarrarse... Pero no, al fundamentalismo o puritanismo de izquierdas se le ha quedado helada la risa en la cara. Una cosa es tener razón y otra tener la verdad. Y es que, aparte de que la vida sin humor es bastante sosa, a mí me parece que la actual izquierda peca de soberbia, se toma a sí misma demasiado en serio. Pues, como escribió Kafka:

Es difícil decir la verdad. Aunque solo hay una, está viva y tiene por tanto un rostro vivaz que cambia con frecuencia (1).

Últimamente he sufrido varios desencuentros con amistades o conocidos simplemente porque no han sabido o no han querido reírse. Y eso resultó un choque para mí, porque estimo que solo a través de un cierto sentido del humor se puede llegar a comprender el punto de vista del otro o, lo que es lo mismo, a través de la amistad. Arendt contradice el dicho de que "conocerás a los amigos en la desgracia", haciendo referencia a los griegos clásicos —que bien conocía— para los que la amistad consistía en compartir alegrías, no desgracias, y según los cuales "una vida sin amistad no merecería la pena vivirla".

Repito, si ha dejado de gustarme la izquierda —incluso la moderada— es porque se han vuelto demasiado serios y aburridos, porque son incapaces de burlarse un poco de sí mismos y de la vida (como hacíamos en los últimos años del franquismo), y porque no quieren tomarse las cosas a la ligera y flotar, como los ángeles. Confieso que tengo un gran defecto, y es que necesito reír con ganas de vez en cuando, es como una adicción.


1 "Es ist schwer, die Wahrheit zu sagen, denn es gibt zwar nur eine, aber sie ist lebendig und hat daher ein lebendig wechselndes Gesicht" In: Arendt, H. Freundschaft in finsteren Zeiten. Matthes & Seitz 2020, s. 82

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