La investidura de María Guardiola y Carlos Mazón como nuevos presidentes de Extremadura y Comunidad Valenciana tiene una importancia que va más allá de la necesaria alternancia en el poder entre PSOE y PP. Los dos candidatos populares, con distintos matices dada la historia política de sus respectivas comunidades, ponen fin a un largo mandato de los socialistas y, en consecuencia, sitúan sobre ellos el foco de la atención pública respecto a las primeras medidas que van a adoptar en el mandato que ambos inauguran de facto esta misma semana.
Los dos nuevos presidentes autonómicos del PP cuentan con gobiernos de coalición con Vox, el partido llamado a propiciar la llegada al Gobierno de Alberto Núñez Feijóo a partir del próximo 23 de julio si se confirman lo que indican todas las encuestas. Vox es el socio necesario del PP; el único, en realidad, por más que los estrategas de Génova hayan decidido desdeñar este apoyo del partido conservador afirmando que prefieren un acuerdo con los socialistas, algo que, obviamente, jamás se va a producir.
Feijóo sabe que tendrá que contar con Vox, como lo sabían Carlos Mazón en Valencia y María Guardiola en Extremadura. La candidata extremeña, precisamente, se pasó de entusiasta siguiendo las consignas de sus antiguos asesores, en la misma línea que los actuales de Feijóo. El resultado fue un patinazo estruendoso que estuvo a punto de dar al traste con el cambio político en la Junta de Extremadura, un lujo que España no se puede permitir.
Superados los escollos de la investidura, Valencia y Extremadura comienzan su andadura con gobiernos populares que tienen ante sí la tarea de revertir las políticas socialistas sectarias y empobrecedoras que, especialmente en el caso extremeño, duran casi cuatro décadas, con apenas alguna interrupción.
Cada vez que se produce un vuelco electoral se abren nuevas expectativas que los que llegan al poder están obligados a colmar. No se trata simplemente de vencer en unas elecciones al candidato socialista de turno que, en el caso de las recientes autonómicas y municipales, se ha visto duramente castigado por la toxicidad letal del sanchismo. Lo sustancial es que esa victoria sirva para cambiar la política en esos territorios, convirtiéndolos en espacios de progreso, crecimiento y libertad. Solo así se forjan las mayorías aplastantes que perduran en el tiempo y permiten a los ciudadanos de las comunidades controladas por el socialismo ver que otra forma de gobernar es posible para mejorar el bienestar de todos y generar prosperidad.
A estos efectos, las primeras decisiones de María Guardiola y Carlos Mazón al frente de los nuevos ejecutivos de Extremadura y Valencia tienen una relevancia especial, porque permitirán a los electores de toda España valorar las consecuencias positivas de entregar su confianza a Alberto Núñez Feijóo.