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España en manos de Bildu, ERC y Puigdemont

A Sánchez ya se le conoce: pactará con el mismo diablo con tal de mantenerse en el poder. Y los independentistas vascos y catalanes doblarán la apuesta.

A Sánchez ya se le conoce: pactará con el mismo diablo con tal de mantenerse en el poder. Y los independentistas vascos y catalanes doblarán la apuesta.
Otegi y Junqueras. | EFE

La gobernabilidad de España, si se puede llamar así a algo que esté presidido por Pedro Sánchez, estará en manos de los herederos políticos de ETA, de los independentistas-golpistas de ERC y de un prófugo de la Justicia con residencia en Waterloo. Eso es lo que han querido los 10.700.000 ciudadanos que han votado este domingo al PSOE y a Sumar. Algo incomprensible, pero que en buena lógica democrática habrá que aceptar, subrayando al mismo tiempo el abismo que se abre para nuestra nación, a partir de la influencia que van a tener ERC, Bildu y Junts en la próxima legislatura si Sánchez saca adelante su investidura.

La victoria del PP de Alberto Núñez Feijóo queda así en algo casi testimonial, porque no logrará ser presidente del Gobierno. Qué rubor producía ver en el balcón de Génova la noche del domingo a Cuca Gamarra y a otros dirigentes populares saltar y reírse, ¿de qué? Menos mal que el semblante y el gesto serio de Isabel Diaz Ayuso se correspondía más con la realidad de lo sucedido y de la gravedad que está por venir, lo mismo que el de Feijóo, que no desbordaba alegría y euforia precisamente. Fue la amarga victoria de un Feijóo que bastante mérito ha tenido con hacerse cargo de un partido hace un año que estaba literalmente hundido, de ganar en Andalucía, en las autonómicas y municipales del 28-M, pero de no rematar la jugada este domingo, a pesar de ser el partido más votado y con más escaños.

Hace bien el líder del PP en pedir que le dejen gobernar por ser la fuerza más votada. Pero sabe que eso es una quimera, teniendo en frente a Sánchez, Otegui, Junqueras y Puigdemont. Por no hablar del PNV, que ve con terror cómo Bildu le ha superado en escaños y votos contando Navarra, y no está para acercamientos al PP que le podrían castigar aún más en las próximas elecciones vascas.

¿Qué va a pasar ahora? Personalmente no tengo duda que Sánchez hará todo lo posible e imposible —eso significa que estará dispuesto a pactar y a acordar lo que haga falta— para seguir siendo presidente del Gobierno. Los que pudieran tener alguna duda de esto hace cuatro años, espero que ahora no la tengan. A Sánchez ya se le conoce de lo que es capaz: pactará con el mismo diablo con tal de mantenerse en el poder.

La cuestión es que los independentistas vascos y catalanes van a doblar la apuesta. El partido de Puigdemont ya lo ha dejado muy claro: para empezar a hablar quieren la amnistía y la autodeterminación. Otegui ha dicho que quiere que Sánchez siga en la Moncloa, porque —eso no lo ha dicho, pero lo piensa— es un auténtico chollo: les blanquea, les acerca todos los presos de ETA al País Vasco, les saca a la Guardia Civil de Tráfico de Navarra, y tras las elecciones vascas del próximo año —ojo a que Urkullu no las adelante para parar la sangría de votos del PNV— habrá un pacto Bildu-PSE-Sumar que posibilite que Arnaldo Otegui sea el próximo inquilino de Ajuria-Enea con todo lo que ello significa de alcanzar el poder en el País Vasco, un objetivo prioritario para los herederos políticos de ETA.

Junqueras y Otegui al alimón manifestaron en Barcelona días antes de las elecciones que Cataluña y el País Vasco deberían celebrar un referéndum de autodeterminación simultáneamente. Ellos no ocultan sus cartas, y Sánchez hará todo lo que tenga que hacer para atender esas peticiones, con la ayuda, eso sí, de Conde-Pumpido y sus mariachis del Tribunal Constitucional.

En este contexto, la mayoría del PP en el Senado y que tras las elecciones del 28-M el partido de Feijóo gobierne en once de las diecisiete Comunidades Autónomas, pueden ser dos diques de contención a las medidas que pueda tomar el gobierno de Frankestein-2.

El panorama, por tanto, es ciertamente desolador para lo que conocemos como el régimen constitucional del 78. Sánchez ya intentó cargárselo durante estos últimos cuatro años, pero ahora no se parará en barras: pactará, repito, con los independentistas vascos y catalanes todo lo que sea necesario para su investidura y para permanecer por tanto en el poder, sin importarle no defender la Constitución y la indisoluble unidad de la Nación, consagrada en el artículo 2 de la misma.

Si por un casual eso no saliera, cosa harto improbable, se abriría el escenario del famoso bloqueo e iríamos a unas nuevas elecciones allá por el mes de diciembre. En ese escenario, la derecha se tendría que plantear cómo acudir a las mismas, no sólo para poder ganar, como ha pasado este domingo, sino para gobernar. Esa es una cuestión que exige una profunda reflexión y grandes dosis de generosidad de los principales actores de ese espacio político.

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