
En caso de que Pedro Sánchez volviera a ser presidente del Gobierno peligraría seriamente la idea de España como nación. A unos pocos millones de personas esto no les importa demasiado porque consideran que no cambiará sus vidas. Ese punto de partida es tan dramático como cierto pero no debe distraernos en estos momentos cruciales porque otros tantos, más, no piensan lo mismo.
Hay preguntas muy sencillas que deben formularse: ¿Puede garantizar Sánchez la integridad territorial y el respeto a la Constitución sin subterfugios? ¿Puede asegurar que España seguirá siendo una monarquía parlamentaria? ¿Puede hacerlo si tiene como condición para gobernar cumplir las exigencias de Puigdemont y Otegi?
Estas y otras preguntas no habría que hacérselas a Alberto Núñez Feijóo, el candidato más votado (330.000 votos más que el PSOE) y el que más escaños ha obtenido en el Congreso (16 más que el PSOE) con mayoría absoluta en el Senado en las últimas elecciones generales del 23 de julio.
Dicen —El País lo hace con ahínco— que desde que gobierna Pedro Sánchez, el separatismo ha caído en Cataluña. Pero no dicen por qué. Y la razón es que el PSC, en rigor, ofrece lo mismo pero con más poder. Hoy el PSC, dirigido por el que fuera el peor y más peligroso ministro de Sanidad, Salvador Illa, colma los anhelos de cualquier catalán republicano independentista. Además, nadie olvida que el primer paso lo dioJosé Luis Rodríguez Zapatero con Pascual Maragall en noviembre de 2003 en el Palau San Jordi:
"Pascual, apoyaré la reforma del Estatuto que apruebe el Parlamento catalán".
El PSOE ya es el nacionalismo catalán en Cataluña. Fue su gran chispa. Y el PSOE en el Gobierno, con Sánchez, es la última garantía real de que el proyecto separatista puede cumplirse y hacerse "legal". ERC y Puigdemont han servido para ejercer la presión y ahora tendrán que firmar un contrato a ciegas, como todo con Sánchez. Pero la Oficina de la Independencia está en Madrid y la despacha todavía el presidente del Gobierno en funciones.
Más. El PSOE quiere a Bildu en Navarra, lo prefiere a UPN, la torpe UPN. Cómo va a rechazar Sánchez a Otegi en eso que llaman Euskal Herria gracias a una disposición transitoria y absurda de la Constitución española, si luego le necesitaría en La Moncloa. Así que el PSOE ya es también independentismo vasco. El PNV se ha quedado mirando el árbol con todas las nueces en el suelo y sólo es capaz de presumir de que, como el perro del hortelano, ni gobierna ni deja gobernar.
Tampoco los separatistas vascos olvidan quién abrió la caja con la rendición ante ETA, ante el "hombre de paz", Arnaldo Otegi, que es el conseguidor de Sánchez. Sí, fue también José Luis Rodríguez Zapatero. Dije aquí hace ya unos años que con él empezó todo, que es el origen de todos nuestros males, que el PP no supo desmontar su trampa y que Sánchez la ha usado con astucia para su propio interés: el poder por el poder.
Por último, como ingrediente añadido a la receta más indigesta de la democracia, en el Tribunal Constitucional, como cuenta Miguel Ángel Pérez, saben de sobra cómo se las gasta Pumpido y por qué y para qué ha llegado el zorro al corral. No podía ser otro más que el dueño de la toga más sucia —de "polvo del camino" — el que se encargara de forzar la constitucionalidad de los delitos que se van a cometer.
Una vez más, no nos obcequemos en predecir las desgracias que no van a pasar y repasemos las que ya han sucedido mientras las negamos: la sedición ya no es delito… después de cometerlo. ¿De verdad alguien se atreve a pronosticar que no serán capaces de más?
El importante escaño de Adanero
A la hora en la que cierro este artículo se da por hecho, sin confirmación oficial, que el voto CERA asigna un escaño más al PP en Madrid, que se lo arrebata al PSOE. Significa mucho. Entre otras cosas, que Puigdemont el Prófugo, o al menos uno de sus diputados, debería votar SÍ en una eventual investidura de Sánchez. Es cierto que una abstención, cuando desbloquea, es como un sí, pero en política los matices se guardan para ser usados y éste es de los valiosos. Un prófugo de la justicia al que Sánchez prometió traer a España para ser juzgado… le podría hacer presidente si finalmente la investidura le toca a él y no al más votado. Gran marchamo de legitimidad, una vez más.
Que la conquista de ese decimosexto escaño de Madrid sea para Carlos García Adanero añade simbolismo a la victoria. Vuelve al Congreso, como diputado del PP, desde la UPN que lo expulsó, junto a Sergio Sayas, por romper la disciplina y votar contra la reforma laboral del Gobierno de Sánchez. Adanero habla claro y, sin duda, será un valor en el PP de Feijóo. Pura resistencia.
El papel de Vox
Cuando se pergeñó la última moción de censura, en Vox dijeron que eligieron a Ramón Tamames para defenderla en el Congreso porque coincidían con él en lo esencial. ¿Y con el PP no? ¿Había más ideas en común con Tamames que con Feijóo? Porque con Tamames no iban a gobernar en sitio alguno y así era muy fácil eso de coincidir: no había riesgo, ni discusión, un par de discursos inflamados y el aplauso más fácil, eso sí. Aquello fue mero espectáculo y el inicio de una extraña deriva en el partido de Santiago Abascal que, hoy está claro, no beneficia a nadie salvo a la izquierda.
En teoría, Vox no nació para permitir corrientes internas pues era en sí mismo un partido creado tras una corriente —desbordada— del PP. Vox, como Ciudadanos, cubría una necesidad que el PP dejó de atender en uno de sus innecesarios viajes al centro desierto.
Pero el principal problema de Vox es que el PP defienda —empiece a defender— algunas de las causas que abandonó y que motivaron la aparición de Ciudadanos primero, y de Vox después. Y cuando el PP funciona, cuando más se parece a su base social, como sucede en Madrid o Andalucía, la corrección se hace innecesaria, a Vox le sulfura y el supuesto bien general se esfuma.
Lo lógico es buscar la victoria, presentarse para ganar. Si no fuera así, las carreras de 100 metros solo tendrían dos o tres participantes y la Liga de Fútbol quedaría reducida al puñado de equipos (tres) con mayores posibilidades de ganarla. Pero en política, ¿puede estar la victoria aislada de un partido, imposible de conseguir en unas elecciones generales en este caso, por encima del interés general que supuestamente se defiende?
¿Quiere el votante de Vox desalojar a la izquierda o solo quiere votar a su partido aunque sepa que no va a obtener escaño? Si renunciando a presentarse en una determinada provincia se tuvieran muchas más posibilidades de desplazar a la izquierda, ¿se enfadarían esos votantes? ¿Prefieren a la izquierda antes que al PP? ¿Pidió el PP en algún caso que ese acuerdo se produjera? De ser así, ¿se negó explícitamente Vox? Quizá la respuesta correcta a estas preguntas sea también la más desfavorable para el interés general.
Santiago Abascal, el impulsor de DENAES que creó Vox ante la esclerosis de principios y valores de la derecha, ha provocado un cambio evidente en el PP. Ese es y será su mayor activo, la mejor contribución y, gracias a ello, empezó el cambio de régimen en Andalucía. Después, Vox ha querido diferenciarse del todo, no parecerse en nada al PP ante el temor a quedarse toda la vida como un lazarillo. Las consecuencias han sido graves: expulsión de los liberales y auge de los autócratas e intervencionistas. ¿Los duros, los halcones? Los equivocados.
Vox todavía puede desempeñar un papel importante si quisiera recordar de dónde viene, por qué y cuál es la situación actual de España, con un PP que podría cambiar las cosas con su ayuda y sin renunciar a su identidad, la de antes. Pero si se convierte en freno, en el peor problema del PP, la devaluación será completa e irreversible. Si, como dicen algunas voces del partido de Abascal, hay muchos españoles de derechas —no son tantos— que nunca votarán al PP y que prefieren a Vox incluso allí donde favorece a la izquierda, será porque, como a los muchos otros que siempre votarán al PSOE, no les importa demasiado lo que le suceda a España.
El escaño de Adanero, del PP, es una pequeña luz en esta noche electoral que no amanece.
