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Itxu Díaz

Ciencias para asustaviejas

Los titulares sobre el tiempo de esta semana parecen extraídos de la prensa deportiva, pero de la prensa deportiva argentina.

Los titulares sobre el tiempo de esta semana parecen extraídos de la prensa deportiva, pero de la prensa deportiva argentina.
EFE

Las cuatro estaciones no las inventó Vivaldi. Tampoco Telepizza. Las cuatro estaciones, como su propio nombre indica, son cuatro: primavera, verano, otoño e invierno; hay una por cada sablazo de Hacienda a las empresas y autónomos. Por ponértelo fácil, primavera es cuando la manzanilla sanluqueña en la caseta, verano es cuando lo del balconing, otoño es lo de la peli con la mantita y la chimenea, e invierno es cuando te partes las piernas en Formigal.

Las cuatro estaciones no se producen por la cercanía o lejanía del sol, que sería lo fácil, sino porque la Tierra está inclinada sobre su eje respecto al plano por el que orbita; esto es así para que pueda haber algunos suspensos en la clase de Ciencias en 1º de ESO. Para entenderlo, puedes hacer la práctica como en los 80, cuando no había tutoriales en YouTube, con un flexo y una naranja. Cuanto más perpendiculares caen los rayitos solares sobre la Tierra, más calor, y viceversa.

Por lo demás, las estaciones (para nosotros) o las oscilaciones meteorológicas anuales (para la naturaleza) tienen su razón de ser. En primavera, brotes y floraciones; la calidez del verano trae un rápido crecimiento vegetal; con el otoño, parte del paisaje natural muta su rostro o pierde sus flores; y durante el invierno, las bajas temperaturas sanean y fortalecen la naturaleza antes de volver a empezar el ciclo. Casi todo lo que debes saber al respecto está en el refranero antes que en los libros de ciencias. La idea de las estaciones es que los ciclos de la naturaleza son de una perfección divina: las frutas maduran, los suelos se renuevan, las aves emigran, las cuencas se llenan para el resto del año.

Durante las últimas semanas varios medios han redoblado su tradicional campaña de terror global contra el calor, bajo la premisa de que es más fácil que cunda el pánico al calentamiento global entre la opinión pública cuando estás a 40 grados que, por ejemplo, un 4 de febrero, San Gilberto. Entre otras razones, porque la percepción individual del calor es a menudo algo subjetivo, y desde luego, siempre sugestivo, y tu capacidad de sugestión se muestra más favorable a las tesis de los que instalan molinillos para salvar el planeta cuando se te están derritiendo los sesos en Córdoba, a la hora del telediario de las tres, en pleno mes de agosto.

Los titulares sobre el tiempo de esta semana parecen extraídos de la prensa deportiva, pero de la prensa deportiva argentina. La mezcla de forofismo climático y clickbait produce monstruos, monstruos e idiotas. Todas las crónicas climáticas incluyen incomprensibles alusiones a la tesis calentólogas, como si el cambio climático pudiera medirse de un lunes a un martes, y completan la cinta de terror esos mapas térmicos que son ríos de lava, que cualquier día va a prendérsele la chaqueta del traje al hombre del tiempo, y van a tener que entrar los bomberos al plató, desperdiciando un montón de agua que se podría utilizar para limpiar las comisiones verdes de los políticos corruptos.

Estamos en verano, época de calor, donde siempre ha hecho calor, mucho calor, un huevo de calor, un calor de mil pares de pelotas de Rubiales. Y, contra todo pronóstico, en estos últimos días, insisto, de verano, está haciendo calor, mucho calor. El sabio Ptolomeo, en el año 120, registró un diario meteorológico en Alejandría llegando también a una asombrosa conclusión que todavía hoy sigue deteniendo rotativas en hora punta en todo el mundo: que los dos meses de calor extremo son julio y agosto. Aquí ocurre lo mismo, por más que no estemos en su zona climática.

No hace más calor que nunca. No está en llamas el planeta. No hay olas históricas de calor. No hay nada que el hombre pueda hacer para cambiar el clima global. No hay ningún apocalipsis en marcha, si exceptuamos el agujero económico que los climatólogos y los políticos chorizos nos están causando al alimón. No hay más que un verano, otro, en el que, si tienes sensación de estar pasando más calor que nunca, tal vez sea porque los incompetentes del Gobierno legislaron la prohibición del aire acondicionado por debajo de 27 grados en los espacios públicos, lo que significa que ya no hay maldita manera de encontrar oasis refrescantes en el transporte, el centro comercial, o la estación.

Vendrá septiembre con su cara larga y su canción de Los Enemigos. Vendrá octubre con su brisa helada al anochecer. Vendrán las lluvias y las nevadas. Y vendrán otras primaveras, otros veranos, otros otoños, y otros inviernos. Como toda la vida de Dios. Y el fin del mundo habrá sido mentira otra vez.

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