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Federico Jiménez Losantos

El Caso Hueviales (II): El machismo corrupto y el feminismo corruptor se alimentan mutuamente a la sombra del Gobierno

Yolanda y Montero necesitan a un Rubiales para justificar un discurso que condena a los hombres por el hecho de serlo.

Yolanda y Montero necesitan a un Rubiales para justificar un discurso que condena a los hombres por el hecho de serlo.
Pedro Sánchez con Luis Rubiales, en la recepción en Moncloa a la selección de fútbol femenino tras ganar el Mundial | Europa Press

Anteayer publicamos algunas reflexiones básicas sobre el estercolero de corrupción que es el fútbol español, cuyos máximos exponentes son Tebas y Rubiales, con el Barça de Roures, Laporta y Soler como ganzúa de todos los atracos arbitrales, económicos y deportivos. Pero poco después de la escandalosa lectura del Manual de Resistencia de Sánchez por su amigo Rubiales, e insistimos en esa amistad y en la condición socialista de Rubiales, porque sólo eso explica su supervivencia en la Federación tras cinco años de escándalos mucho más graves que el beso de marras, nos faltaba apurar el cáliz del bochorno hasta las heces, la politización de todo, hasta tapar y borrar la gesta más importante del fútbol femenino español.

Porque eso es lo terrible de la corrupción de la España de Sánchez: la politización de todo lo que no debería ser político. Y no deberían serlo ni el fútbol ni las agresiones sexuales. Eso con la Izquierda actual es imposible. Y eso ha pasado. Tras el monólogo que algunos han comparado con los de Torrente y yo veo más cerca de Tito Berni, se publicaron dos comunicados: uno del sindicato de jugadoras que parecía redactado por Irene Montero y que desmentía totalmente a Hueviales; y otro, inmediatamente posterior, de la federación del tarzán genital, que desmentía, con imágenes claras, buena parte de la propaganda de género del comunicado de las jugadoras.

Hueviales quedó legalmente retratado por el comunicado que incluía una denuncia de Hermoso, enmarcada en una jeremiada de género. Pero la jugadora y sus sororas, porque ya no parecían jugadoras sino militantes feministas de la Ley del sólo sí es sí, o sea, de la Ley de la suelta de violadores, quedaban también en ridículo, porque una parte, al menos una parte, de lo dicho por Rubiales para defender el cargo, quedaba absolutamente clara.

La pregunta obvia es por qué ni la Federación ni las jugadoras han sacado el comunicado y las imágenes que parcialmente lo desmienten antes de llegar a esta degradación total y absoluta de una extraordinaria gesta deportiva. Y la respuesta verosímil es que ambas partes han buscado pasar por encima del escándalo, que perjudicaba a todos, salvo las excluidas tras el motín contra Jorge Vilda, al que Hueviales le subió el sueldo en público. Los dos comunicados condenan a los comunicadores: uno, a Hueviales por mentiroso; otro, a las jugadoras, también por mentir, siquiera parcialmente.

Lo más grave, por tanto, no ha sido la guarrada huevialera, ni echarse una jugadora al hombro, ni besar a otra. Lo peor ha sido la gestión del caso por la Federación, que atribuyó a Hermoso frases entrecomilladas que ella no había pronunciado, y que algunos vigorosos youtubers antifeminazis se apresuraron a dar por buenos sin averiguar su origen y si eran ciertas. Pero no se ha quedado atrás la banda del sí es sí, que ha aprovechado el caso del patán para justificar su existencia, su discurso de odio al hombre y sus sueldos. Hueviales debe dimitir por la guarrada del palco, que degrada la imagen de España. Pero Montero debió dimitir antes por la nefasta Ley Sueltavioladores, y Yolanda, que votó contra su reforma, y Sánchez, que no quiso votar a favor. Al lado de esto, el beso de Hueviales es asunto menor.

La autoridad moral de la patulea podemita, yolandera y sanchista para pedir la dimisión de alguien es, pues, nula. Mientras se producía el Caso Hueviales, era detenido por intentar violar a una mujer un beneficiado por la Ley Sisí, y Montero sigue de ministra en funciones, como Yolanda y el responsable último de la suelta o rebaja de penas a más de mil agresores sexuales, que es Pedro Sánchez. Al patán le complementan las que viven de culpar al hombre de todo y cobrar por administrar la virtud de las mujeres. Pero tan sociata es Rubiales como Yolanda, y tan falsofeminista como Irene Montero. Como cuando los mafiosos se delatan, confesar la verdad no supone mejora moral ni arrepentimiento. Como aquí, se finge por interés.

El Caso Hueviales pone de manifiesto hasta qué punto el machismo corrompido se alimenta del feminismo corruptor y viceversa. Yolanda y Montero necesitan a un Rubiales para justificar un discurso que condena a los hombres por el hecho de serlo. Pero el sociata Tito Berni era miembro de las Cortes que ahora preside otra sociata victimaria de mujeres: Francina Armengol. Lo que queda claro a los ojos de los que no quieren cerrarlos es la corrupción institucional. La corrupción deportiva, a fuer de política, y la corrupción política, que invade hasta el último rincón de la sociedad civil. Es imposible encontrar algo bueno, sano, siquiera decente, en el sanchismo. Y esta es la España real, la media España podrida, contra la que la media España viva se las tiene que ver en la próxima legislatura. Dudo de que el PP haya entendido la lección. En cuanto a Vox, no sabría a quién preguntar.

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