
Al general Franco le quedaban menos de dos meses de vida y yo estaba frente a la pantalla del televisor de mi casa, muy concentrado en el tenedor que sostenía en mi mano derecha. Pero yo no era el único español muy concentrado en un tenedor aquella noche del mes de septiembre de 1975. Porque todo el país, salvo quizá algún bombero de guardia, intentaba durante el mismo instante doblar con la sola fuerza de la mente cualquier pieza de cocina que tuviese a mano, en particular cucharas, cuchillos y tenedores. Uri Geller, un autodenominado mentalista islaelí, o sea un charlatán de feria de estirpe judía, había logrado no sólo paralizar España desde el programa estelar de José María Íñigo, sino también convencer a España de que varios millones de tenedores, cucharas y cucharillas de café estaban siendo doblados en los hogares de la península gracias a la "energía mental" de los telespectadores.
Y en efecto, mi tenedor se dobló un poco. O yo creí percibir que se había doblado un poco, lo que a efectos prácticos viene a ser lo mismo. E igual que me había ocurrido a mí, todos mis compañeros de clase juraron al día siguiente, en el colegio, que sus cucharas se habían deformado tras aplicarles la "fuerza psíquica" que movilizaba Uri Geller desde los estudios centrales de RTVE en Prado del Rey. En cuanto a los escépticos, que eran muy pocos, se les trató durante semanas de ciegos. Bien, pues tantos años después, el prodigio de Uri Geller se ha repetido en España.
Así, un pico al que, de entrada, nadie, absolutamente nadie, dió mayor importancia que la asociada a la efusividad eufórica en el contexto de la celebración de una victoria deportiva, 24 horas más tarde se convirtió en el mayor escándalo de acoso sexual vivido en la historia del deporte español. Porque el domingo de autos, las televisiones emitieron decenas de telediarios con la escena del pico. Decenas. Pero nadie, absolutamente nadie, se escandalizó. Solo al día siguiente, el lunes, cuando Irene Montero "vió" un acto sexual ilícito en aquellos mismos fotogramas hasta aquel momento inocuos, España entera descubrió con retraso que Jennifer Hermoso había sido víctima de un acosador sexual. Irene Montero, sí, es Uri Geller.
