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Cataluña y el 'marxismo' de Feijóo

Cuando uno del PP menta lo del "encaje" catalán, en realidad, está hablando de dinero.

Cuando uno del PP menta lo del "encaje" catalán, en realidad, está hablando de dinero.
El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo. | EFE

Alberto Núñez Feijóo, hombre que encarna ese tipo de derecha sensata y razonable a la que podrían votar muchos que nunca en la vida serán de derechas, se pierde, sin embargo, cuando le da por meterse en el jardín catalán. A la derecha española, tanto a la política como a la mediática y a la cultural, le pasa algo curioso con el tratamiento del asunto catalán. Porque, siendo tan liberales en lo demás, cuando hablan de Cataluña, de repente, se vuelven marxistas. Les ocurre, decía, a todos. Y a Feijóo también. Así, cada vez que algún pimpollo recién llegado a la secretaría general del PSOE anuncia que él va a dar, y en un periquete, con la solución al gran problema histórico que los más excelsos cerebros españoles —empezando por Ortega y Unamuno— no acertaron a encontrar en más de 150 años, la derecha se nos pone a perorar en clave marxista.

Marx, aparte de un golfo que embarazaba a las criadas, fue un pensador materialista la base de cuyo sistema filosófico se aproxima bastante al determinismo económico. Y en las últimas horas, Feijóo ya ha empezado a hablar otra vez del famoso "encaje" catalán. Pero cuando uno del PP menta lo del encaje, en realidad, está hablando de dinero. A ojos de la muy miope derecha española, el encaje y la pela resultan ser uno y lo mismo. No se enteran de nada. Porque ni se les ha ocurrido pensar que si el problema fuera ese, la pela, yo mismo, el señor García Domínguez, sería independentista.

Y como yo, la mitad de los ciudadanos de Cataluña, esa mitad exacta de Cataluña que se opuso en las calles a la asonada insurreccional de octubre del año 17. El PP lo desconoce, pero la pela no tiene vela en este entierro. Quieren la independencia ya, no por la pela sino porque temen, acaso con razón, que los verdaderos catalanes étnicos, o sea ellos mismos, muy pronto van a constituir una minoría demográfica. Por eso les obsesiona el control de las fronteras. Olvídense del encaje: no existe.

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