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Cómo destruir una institución

La Unión Europea es vulnerable cuando quienes la rigen se consideran facultados para mejorar sus principios y flexibilizar sus normas.

La Unión Europea es vulnerable cuando quienes la rigen se consideran facultados para mejorar sus principios y flexibilizar sus normas.
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen | Europa Press

No importa el carácter ni los fines, no importan los principios que determinaron su nacimiento ni las apariencias para sostenerla de sus gestores. Una institución, en este caso, una comunidad política, la Unión Europea, con sus antecedentes y consecuentes, es vulnerable cuando quienes la rigen se consideran facultados para mejorar(?) sus principios y flexibilizar sus normas.

Estoy convencido de que si hoy visitaran la U.E. los que gestaron su nacimiento: Robert Schuman, Konrad Adenauer, De Gasperi, Jean Monnet, Arístides Briand, P. H. Spaak, J. Ch. Snoy et D’Oppuers, y tantos otros, cuestionarían no pocas decisiones de la Unión, por atentatorias a su buen funcionamiento, y desleales a su ser constitutivo.

¿Dónde han quedado los principios del humanismo cristiano, de la democracia, de la libertad de mercado, de la prosperidad económica y social de la Unión, de la lealtad y confianza entre las partes… que figuran en el primer Tratado de Roma de 25 de marzo de 1957?

Ni la simpatía ni la antipatía entre órganos o sus representantes, pueden ser motivos, ni óbices, para la toma de decisiones en un sentido o en otro. El sometimiento a las normas no pude ser relajado, a pretexto de bonhomías o de dificultades más o menos transitorias.

Cuando 27 Estados, a día de hoy –tras la salida del Reino Unido–, miembros de la U. E. deciden afrontar unos retos colectivos, no caben atenuaciones para unos, y endurecimiento para otros. Normas claras y estrictas, son esenciales para garantizar su funcionamiento. Cualquier incumplimiento de una parte, por nimia que parezca, repercutirá sobre el resto, más aún, sobre los que tienen una moneda común.

En más de una ocasión se han mostrado reparos de la Unión sobre alguno o algunos de los Estados miembros: me preocupa hoy, el caso de España. Y dejo la proverbial indisciplina financiera –niveles de déficit y deuda públicos–, porque ya ha habido sobrada literatura. Pero, y qué…

Otros, menos tratados, pueden no ser menos peligrosos. El primero que se ha puesto de manifiesto por una comisión de parlamentarios europeos, ha sido acerca de la transparencia en las decisiones y sus efectos. La falta de transparencia es muestra de deslealtad, que genera, necesariamente, desconfianza.

La referida Comisión Parlamentaria, no pudo conocer el destino último, de los fondos del Mecanismo de Recuperación y Resiliencia, recibidos de la Comisión. Pero, y qué…

Recientemente, el Tribunal de Cuentas europeo, ha señalado a la A.E.A.T. española, por utilizar fondos europeos del Plan de Recuperación, para financiar gastos corrientes; es decir, un uso fraudulento. Gastos de una administración caótica, que olvidó que, rendir cuentas, es principio esencial del buen administrador. Pero, y qué…

Después de este historial, de todas las graves reservas sobre nuestro país, que avergüenzan a los españoles, la Comisión acaba de dar luz verde a otros 94.000 millones de euros para España, de ellos, buena parte, créditos. Por ello, hoy especialmente, concluimos en que sí, pero, y que…

Sobran sonrisas y abrazos, cuando proceden gestos adustos e inflexibles. Una U.E. sólida, será un referente inapelable.

¡Excesivo compañerismo, deviene en compadreo!

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