Hay en Barcelona un joven independentista, tipo que a mí no me parece mala gente, Pere Aragonès i García, por más señas el presidente de la Generalitat, que anda convencido de que la única familia catalana cómplice en su día de la dictadura de Franco resultó ser la suya propia. Sin embargo, contra lo que supone el muy cándido de Aragonès, hubo en Cataluña muchísimos más franquistas hasta la médula que su abuelo, el alcalde del municipio de Pineda y jefe local del Movimiento; más tarde, dirigente de Alianza Popular cuando los inicios de la Transición.
Pero como el hombre, al igual que la gran mayoría de los catalanes contemporáneos, se ha creído a pies juntillas los cuentos de buenos y malos que le explicaron en TV3 —buenos, catalanes; malos, espanyols—, acaba de exigir a Pedro Sánchez que, con ocasión del 83 aniversario del fusilamiento de Companys, el Estado realice "un acto de desagravio" a Cataluña como gesto de reparación moral. El pobre Aragonès ignora, es evidente, el contenido literal y los nombres de personas incluidos en las actas mecanografiadas de la causa 23.468 contra el reo Lluís Companys i Jover. Porque si dispusiera de esa información, tal vez habría disminuido bastante su interés por airear ahora el asunto. Más que nada porque los tres catalanes de pura cepa cuyos testimonios ante el tribunal militar resultaron decisivos para sentenciar a muerte a Companys portaban apellidos que continúan siendo bastante conocidos en la demarcación.
Así, el principal de ellos, tal como recogen las actas del proceso, fue el entonces jefe provincial del Movimiento en Barcelona, Carlos Trias Bertrán, tío carnal de Xavier Trias, el actual líder de Junts per Catalunya en el Ayuntamiento de Barcelona. El segundo testigo de cargo relevante contra Companys fue, según consta en los legajos, Josep Tàpies Mestres, el padre del pintor Tàpies, uno de cuyos lienzos preside la sala donde se reúne el Gobierno de la Generalitat. El tercero, en fin, respondía por Joaquim Maria Balcells i Serch, que tampoco suena demasiado a facha de Burgos. Ah, el pobre Aragonès.