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Golpes a la democracia

Sólo nos cabe levantar acta de que Sánchez no sólo se ha burlado del Tribunal Supremo, sino que está dando un golpe mortal a la democracia.

Sólo nos cabe levantar acta de que Sánchez no sólo se ha burlado del Tribunal Supremo, sino que está dando un golpe mortal a la democracia.
Pedro Sánchez junto a Santos Cerdán | Europa Press

Contemos sucintamente lo sucedido en 2017: la maquinaria del Estado de Derecho y el discurso del Rey pararon el golpe de Estado de Puigdemont contra la unidad de España, es decir, contra la democracia española. Rajoy apenas hizo nada sensato por detenerlo y, además, parece ser que ayudó, o peor, miró para otro lado, para que el golpista se fugará. Su cobardía no daba para otra cosa. No me extraña que al poco tiempo echaran del poder a semejante zote por vago y cobarde. Mucha de la gente que estaba con este fulano todavía sigue viviendo del momio de la política. No siente vergüenza de su cobardía y, además, sacan pecho sobre lo bien que lo hicieron. Majaderos. De la conducta miserable de Rajoy se nutrían los secesionistas y, por supuesto, siguen nutriéndose los golpistas de hoy, empezando por el gran truchimán de La Moncloa, Pedro Sánchez, que canaliza con desparpajo y soberbia el golpe de Estado ideado por Puigdemont. La derecha, sí, fue vencida por el golpismo catalán y vasco, o sea, por los secesionistas de siempre con la ayuda inestimable de Sánchez y el comunismo bolivariano.

Digamos con brevedad qué ha sucedido en 2023: la derecha se rehizo en las elecciones autonómicas y municipales; y ganó por la mínima las elecciones generales, aunque sin creérselo demasiado, con los complejos de siempre y todavía buscando una mano amiga en el seno de los golpistas del PSOE para que se repitan las elecciones. ¡Ver para creer! Al nuevo líder del PP le ha costado sangre, sudor y lágrimas reconocer que uno de los caminos, quizá decisivo, para detener a los golpistas sea el combate dialéctico en todas las instituciones nacionales y europeas y, por supuesto, en la calle. Movilización total o a tragar con las imposiciones del felón de La Moncloa.

La traición a la democracia española, a la unidad de la nación, ha sido consumada por Sánchez al tratar a Puigdemont como Presidente. Sánchez ya ha traído, aunque solo sea simbólicamente, al golpista a España, y lo ha entronizado con el título de Presidente de la Generalidad. A partir de ahí todo es posible. Oiremos todo tipo de barbaridades para justificar el golpe de Estado que ya ha dado Sánchez, especialmente que la amnistía a los golpistas es por España y los españoles, o sea, que él ejercerá el poder con mano firme para que los españoles vivan en paz, etcétera, etcétera. La ideología, el engaño y la mentira tratarán de ocultar lo real: hoy, 1 de noviembre de 2023, asistimos a algo más que un golpe de Estado en marcha. El golpe ha sido ya casi ha ejecutado y, en cierto sentido, interiorizado por buena parte de la casta política, incluida la que estuvo con Rajoy y ahora abreva en el entorno de Núñez Feijóo.

Ahí, sí, en la interiorización, en el hacerse ilusiones de esa casta política sobre su supervivencia cobarde y rastrera en el nuevo régimen de Sánchez, es donde tendrá más efectividad el golpe de Estado sanchista. Ya lo está teniendo. Quizá por eso los del PP llegan tarde a todo y no consiguen movilizar su inmenso poder democrático contra la maquinaria dictatorial de Sánchez. No confiemos, pues, demasiado en que los actuales partidos democráticos detengan la locura totalitaria sanchista. Al final, contra el actual golpista sólo nos queda que funcione alguna institución del Estado de Derecho, por ejemplo, el Consejo General del Poder Judicial, o mejor, la maquinaria democrática del Estado de Derecho, como en el año 2017, y la Jefatura del Estado. Pero, de momento, sólo nos cabe levantar acta de que Sánchez no sólo se ha burlado y vejado al Tribunal Supremo, que dicto una sentencia ejemplar en defensa del Estado de Derecho, sino que está dando un golpe mortal a la democracia

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