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Pedro de Tena

Nos gusta la fruta

A Cibeles habría asistido muchísima gente más a la que le gusta la fruta si hubiese podido ir. Hay que buscar nuevos  medios para conseguir el mismo fin.

A Cibeles habría asistido muchísima gente más a la que le gusta la fruta si hubiese podido ir. Hay que buscar nuevos  medios para conseguir el mismo fin.
Una camiseta con el eslogan | CAM

Madrid está demasiado lejos y todo cuesta demasiado caro como para ir un fin de semana y otro y otro a manifestarnos en persona contra la iniquidad de un Pedro Sánchez que ya ha demostrado el "talante" que tiene, las maneras que exhibe y las amistades que cultiva. Así que ayer, sábado, un grupo de amigos decidimos —nos hubiéramos manifestado en Cibeles si hubiésemos podido—, expresar nuestra repulsa y nuestro dolor de otro modo. Nos fuimos a visitar el Monasterio franciscano de Santa María de los Milagros de La Rábida, en Palos de la Frontera, a orillas de la confluencia del Tinto y el Odiel.

Allí nos atendió Fray Teodoro López, de 82 años bien llevados, que ya conocíamos por habernos guiado por Israel y Palestina hace unos meses. De los lugares mágicos que en España existen, que son muchos, esa sencilla cruz guardiana y esa puerta del Convento a la que llegaron Cristóbal Colón y su hijo Diego en 1485, desfallecidos y exhaustos, operan de forma muy especial sobre la conciencia y sobre la imaginación. Alí pueden encontrarse los mapas de Juan de la Cosa, el retrato de Ortega y Gasset al que su amigo Daniel Vázquez Díaz disfrazó de navegante genovés, los retratos del confesor de la Reina Isabel, fray Juan Pérez, y el "estrellero" Fray Antonio de Marchena. Y entre otras muchas sorpresas, el cuarto de banderas de las Américas y cajones con tierra de cada una de sus naciones.

Pero si el día fue pródigo en asombros y descubrimientos de nuestras raíces más profundas y evidentes, con la radio puesta y Cibeles en el corazón, fue cuando entramos en un restaurante de Moguer, entre las estatuas de Juan Ramón Jiménez, que se salvó del ajusticiamiento republicano por no tener dentadura postiza, y de Zenobia Camprubí, su esposa, que se cambiaba de acera para no saludar a su primo Fred, Federico Enjuto, el juez que sentenció a José Antonio Primo de Rivera.

Al entrar en el local, cuyo nombre omito deliberadamente para no perjudicar a nadie en esta España en la que lo impensable y cainita vuelve, exclamé en un arranque desinhibido: "A nosotros, nos gusta la fruta". De manera inmediata, varias empleadas del restaurante, se sumaron a nuestra proposición añadiendo: "Nos encanta la fruta", "Qué rica esta la fruta", "Me gusta la fruta", todos sonriendo en la complicidad encubierta y todos disfrutando de la vibración simultánea del momento. Esto es, en Cibeles habría asistido muchísima gente más a la que le gusta la fruta si hubiese podido ir. Pero era evidente que nunca podrá ir y que hay que buscar nuevos medios para conseguir el mismo fin.

No sé cómo ni cuando emergió de la conversación el rollo de papel higiénico que un cachondo inventó y fabricó en 2020, año de la pandemia, en cuya blanca contextura aparecía periódicamente repetido el lema: "Me cago en 2020". Conservo un rollo junto a viejos libros para no olvidar que casi todo empezó entonces. ¿Cómo no relacionarlo con otra posible y heráldica bobina en la que se repitiera la expresión "Me cago en la Amnistía"? ¿Cómo no articular esa genialidad con alguna cara dura fácilmente reconocible? ¿Cómo no vincularla con algún mentiroso compulsivo, con algún prófugo y delincuente del procés o alguna forofa de los cohetes espaciales?

Hoy, con los avances de la serigrafía, no tendría nada de particular que aparecieran camisetas, bufandas, pañuelos, monederos, jarrones, vasos, tazas, de regalo de Navidad o de fin de año o de Reyes Magos, en las que pudiera leerse: "Me gusta la fruta", "A los amantes de la Constitución, nos gusta la fruta" o meramente "Viva la fruta". Podríamos contribuir patrocinando anuncios en la radio, por favor, preferentemente en la nuestra, esRadio, que proclamaran: "Ante quienes quieren cargarse España y la Constitución, a nosotros nos gusta la fruta". O "Nos gusta la fruta y la Constitución". Y de paso, defenderemos la fruta española, desde las naranjas de Valencia a los plátanos de Canarias, desde los melocotones de Lérida a las cerezas del Jerte, desde las manzanas de Asturias o los madroños de Madrid a las uvas o las fresas andaluzas.

Nos alegró mucho la reunión el saber que Santiago Abascal quería coordinar las acciones institucionales contra los bellacos del nuevo Gobierno con Alberto Núñez Feijóo, pero nos alegró más el reflexionar sobre la necesaria e inminente existencia de un grupo organizado de la sociedad civil española que se dedicara a parir ideas e iniciativas para mantener vivo y alegre el espíritu constitucional y democrático. Por ejemplo, servilleteros con la forma de toros de Osborne –que ya los hay—, en los que sea lea "Nos gusta la fruta" o "Démosle la vuelta a España" o "Poder judicial independiente" o "Catalanes y vascos españoles, no estáis solos". Esta Navidad pueden inundarse los hogares españoles con barajas, estampas, láminas, platos, baratijas democráticas mil, que insistan en que "Democracia, sí, golpistas no."

Y así sucesivamente. Continua, deliberada, persistente, incansable, patrióticamente.

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