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Jesús Fernández Úbeda

Barbate, Marlaska y la rana hervida que reventó

El español se ha acostumbrado al olor de la mierda. La decadencia va en la nómina de los signos de los tiempos.

El español se ha acostumbrado al olor de la mierda. La decadencia va en la nómina de los signos de los tiempos.
Uno de los guardias civiles que portan el ataúd de su compañero David Pérez Carracedo, asesinado cuando una narcolancha embistió a la embarcación en la que patrullaban. | EFE

Los asesinatos de Barbate constatan el paso trágico del gerundio al participio: no es que España se esté yendo por el sumidero, sino que ya se ha ido al guano. La rana hervida digiere, mal que bien –aunque hasta arriba de antiácidos–, el sádico carnaval puigdemontonero; la maquiavélica y camaleónica falta de escrúpulos de Pedro Sánchez y de sus siervos políticos y mediáticos; el eterno instinto froilanesco del PP de dispararse en un pie; la caricatura vocinglera, desesperada y desesperante en la que se ha convertido Vox, o que el desarmado ejército simbólico de Cataluña termine escabulléndose, libre de culpa, tras cebar con siete millones de euros, durante diecisiete años, al vicepresidente del Comité Técnico de Árbitros. Como Kaa, la serpiente de El libro de la selva, el etcétera es largo, carnívoro y constrictor, pero también hipnótico. El español se ha acostumbrado al olor de la mierda. La decadencia va en la nómina de los signos de los tiempos. Además, la reacción intelectual es ínfima y, salvo excepciones, hemofílica. El noventayochismo apenas existe. Lo que se lleva son los iconos. Lo que se lleva, y no ironizo, es Inés Hernand.

Los asesinatos de Barbate, decía, son el reflejo de una metástasis obviada. Una hostia salvaje de realidad. Los guardias civiles David Pérez Carracedo –43 años, casado y con dos hijos– y Miguel Ángel González Pérez –39, con pareja y una hija– pagaron con sus vidas el ir a identificar, a bordo de una zódiac de 500 kilos y cinco metros de eslora, a unos criminales que les embistieron con una narcolancha de 5.000 kilos, catorce metros de eslora y 900 caballos de potencia. Mientras unos hijos de Belcebú jaleaban a los carniceros. Con la flota de la Guardia Civil de Cádiz y Algeciras inoperativa por averías desde hace varias semanas. En un municipio que, en diciembre de 2023, registraba un paro del 27,65%. En una provincia donde parte de la chavalada regatea al mastodóntico desempleo juvenil traficando con hachís, zarpa y caballo. Donde casi nadie mira, porque todo el mundo sabe. Donde no llega la ficción opiácea de la parrilla de contenidos nuestra de cada día. Donde comprobamos que la rana hervida, finalmente, había reventado.

La fiscal antidroga de Cádiz, Ana Villagómez, declaraba este viernes en la Ser: "Las narcolanchas campan a sus anchas. En todos los muelles hay numerosas con gasolina para surtir a otras. Ya llevamos diciendo esto mucho tiempo". Fernando Grande-Marlaska, titular de la cartera de Interior durante ya más de 2.000 días, desmanteló en septiembre de 2022 el dispositivo Organismo de Coordinación del Narcotráfico (OCON) Sur, el eficaz grupo antidroga que llegó a contar con 150 agentes, que detuvo a 12.813 delincuentes, que incautó 1,1 millones de kilos de hachís y 1.137 barcos. El ministro niega que los agentes se enfrenten a terminators con tirachinas, promete recursos y se aferra al cargo porque, cervantino y astuto, deja "al tiempo que haga de las suyas, que es el mejor médico de estas y de otras mayores dificultades". Sabe que la tormenta pasará en cuanto asome el hocico el próximo escándalo. Que el españolito medio, a diferencia de la viuda de David Pérez, que le impidió colocar la medalla de condecoración al féretro de su marido, se olvidará del quilombo al tercer vermú. Que, en España, el que resiste, gana. Al presidente del Gobierno se remite. Y a él mismo, su fiel y longevo Renfield.

Este lunes, el ilustre Dieter Brandau encontró hasta dieciséis motivos para la dimisión de Marlaska. Bien podría el ministro, como hiciera el Buscón don Pablos, pasarse a las Indias. Sabemos que "nunca mejora de estado quien muda solamente de lugar, y no de vida y costumbres", pero, al menos, dejaría de engordar su inasumible trayectoria.

Por cierto, qué asco dan los tuits de Casa Real, Ministerio del Interior, Guardia Civil y Alberto Núñez Feijóo lamentando la "muerte" o el "fallecimiento" de los asesinados, ¿no? Lo dicho: el anfibio ha estallado. Honor y gloria a los caídos. Un abrazo a las familias. Y disculpen el desahogo.

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