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El Estado es Begoña

España quizá no sea aún una dictadura, pero equiparar al Estado con Su Persona es un síntoma inequívoco de que el marido de Begoña sí es un Dictador.

España quizá no sea aún una dictadura, pero equiparar al Estado con Su Persona es un síntoma inequívoco de que el marido de Begoña sí es un Dictador.
Begoña Gómez y Pedro Sánchez. | Europa Press

Muchas veces, la diferencia entre democracia y dictadura no es drástica y claramente distinguible. Es un continuo que camina de la democracia plena al totalitarismo más tiránico, en el que a veces es difícil marcar una línea que separe una democracia imperfecta de una dictadura blandita. Desde la llegada de Pedro Sánchez, numerosas decisiones han ido acercando a España a ese socialismo del siglo XXI en el que se destruye la libertad, pero se permite el voto. Desde la politización extrema del Constitucional de Pumpido hasta el nombramiento de un destacado dirigente del PSOE al frente de la encuestadora pública y supuestamente neutral que es el CIS, durante estos cinco años han caído todas las instituciones que debían mantenerse alejadas de la lucha partidista. A estas alturas, sólo queda la Justicia, en parte, y la Corona.

Que este proceso ha sido llevado a cabo de forma consciente con el único objetivo de que el marido de Begoña se perpetuara en el poder no lo duda nadie. Este jueves se aprobará la única ley cuya aprobación es necesaria para agotar la legislatura, la ley de Amnistía, o de enterramiento de la separación de poderes. Tras eso, nos esperan tres años de desgobierno sin presupuestos ni leyes, pero con un autócrata al mando.

Aun así, nada de lo que ha hecho el marido de Begoña ha sido tan demostrativo de sus ansias dictatoriales como su reacción contra Javier Milei. Después de haber hecho campaña en su contra y de semanas de lanzar a sus ministros a insultar personalmente al presidente de Argentina —al jefe de Estado de Argentina—, de llamarlo drogadicto, fascista, negacionista de la ciencia y un sinfín de lindezas más, Milei reaccionó llamando "corrupta" a Begoña. En definitiva, como lo insultaron a él y no a la Argentina, reaccionó contra quienes lo insultaban, y no contra España.

El marido de Begoña, en cambio, involucró inmediatamente a las instituciones llamando a consultas a nuestro embajador en Argentina para después retirarlo, mientras exigía pleitesía a la oposición ante un inusitado ataque a "España" y a sus "instituciones". Es decir, recibió un ataque personal y lo convirtió en un asunto de Estado. ¿Qué dirían nuestros politólogos, sempiternamente preocupados por la peligrosa deriva iliberal de Hungría, si Giorgia Meloni decidiera llamar a consultas a su embajador en España porque la PSOE acaba de llamarla fascista en un vídeo de campaña? De todo, naturalmente. Pero por supuesto ni ella ni el presidente argentino van a hacer nada parecido.

Porque Meloni y Milei sí son demócratas, al contrario que el marido de Begoña, su infecto partido y el equipo de opinión sincronizada para el que todo dictador es bueno siempre y cuando sea de los suyos. Begoña no es España, y llamarla corrupta no es atacar a España. Begoña no es una institución del Estado –ni siquiera su presidenta, como desvarió Patxi López–, y llamarla corrupta no es atacar a nuestras instituciones, ni al Estado. Begoña no es más que una ciudadana particular que se dedicó profesionalmente a ayudar a diversas empresas a captar los mismos fondos públicos que repartía arbitrariamente su marido.

España quizá no sea aún una dictadura, pero equiparar al Estado con Su Persona es un síntoma inequívoco de que el marido de Begoña sí es un Dictador.

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