
Las elecciones europeas no son más que la segunda vuelta del Festival de Eurovisión, un vistoso espectáculo al que, más allá del ruido de los fuegos artificiales, nadie se toma demasiado en serio. De ahí que, igual que en la fase de los cantantes, constituyan un caladero ideal para que intenten pillar cacho todo tipo de frikis, cantamañanas y buscavidas espabilados (léase Irene Montero, Alvise Pérez y hierbas por el estilo). Razón por la cual no procederá extraer grandes conclusiones políticas de su resultado final, acaso con la única salvedad de constatar que la extrema derecha, tanto en España como en el resto de Europa, es un actor que no va a desaparecer del escenario ni a corto ni a medio plazo.
Bien al contrario, tras el 9 de junio asistiremos con toda probabilidad a su normalización institucional en Bruselas. Dentro de una semana y pico, en consecuencia, los cinturones sanitarios continentales pasarán a constituir un recuerdo del pasado. Algo que, trasladado al plano doméstico, va a reforzar la hipótesis de Vox como hipotético socio homologable en un Ejecutivo del Partido Popular. Dicho de otro modo: el flirteo de la derecha convencional con Meloni, de rebote, terminará blanqueando a Abascal. Sin embargo, ahí empezará el problema.
Y es que esa empanada ideológica a la gallega que ahora mismo se aloja en la cabeza de Vox, un contradictorio mejunje programático donde se mezcla el aceite del liberalismo doctrinariamente antiestatista de Milei con el agua del nacionalismo doctrinariamente estatista de Le Pen, no conduce a ninguna parte. Porque no se puede estar a favor del libre mercado y en contra del libre mercado al mismo tiempo. Parece sencillo de entender. El gran secreto del éxito de Meloni o Le Pen reside en que penetraron en el electorado clásico de la izquierda. Y el gran secreto del fracaso (relativo) de Abascal es que no ha sido capaz de hacer eso mismo. Ahora, una carambola europea le regalará una segunda oportunidad. Pero si Vox continúa insistiendo en su estéril juego de suma cero con el PP, será la última.
