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A los españoles nos han borrado y robado la Constitución

Sánchez tiene la maligna capacidad de mezclar grandes traiciones y pequeños desfalcos, todos al servicio de su interés inmediato: conservar el poder.

Sánchez tiene la maligna capacidad de mezclar grandes traiciones y pequeños desfalcos, todos al servicio de su interés inmediato: conservar el poder.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en La Moncloa. | Europa Press

El Congreso de los Diputados, acaudillado por el déspota Sánchez, ha usurpado la totalidad del Poder Legislativo, que reside en las Cortes, contra la otra mitad, que es el Senado; se ha convertido en Tribunal Popular por encima del Poder Judicial, ha borrado los gravísimos hechos delictivos cometidos por los socios de Sánchez, o de Fango y Cash, como el genio popular, recordando la serie televisiva, ha bautizado a Fangoso y Begoña, y ha robado a los españoles la defensa de la Ley, o sea, nuestra Constitución.

La Ley de Amnistía, monumento a la arbitrariedad, es la negación de la igualdad de los ciudadanos ante la Ley, impone oficialmente una mentira flagrante sobre el Golpe de Estado de 2017, al que convierte en un supuesto episodio más de agresión a los indefensos separatistas catalanes, que dieron el Golpe, niega el cumplimiento efectivo de las penas, base de toda tutela judicial, y se atribuye el derecho no sólo a sustituir al Poder Judicial sino a juzgarlo, juez a juez y sentencia a sentencia. Desde la Revolución Francesa durante el Terror y la dictadura comunista de Lenin, orgullosa hija suya, no ha habido en ningún país de Europa semejante ataque a la Historia, a la Ley y a ese pobre pueblo en cuyo nombre se habla y cuya soberanía se usurpa.

Mendacidad, disimulo, trampas y amenazas

El que, sin discusión, puede considerarse el gobernante más nefasto de la historia de España ha añadido a ese golpe de Estado de una parte del Legislativo contra el Poder Judicial, en el que el Poder Ejecutivo también se proclama Poder Constituyente, modelo comunista bolivariano que copia las leyes habilitantes de Hitler de 1934, la trapacería de no publicar la Ley de Amnistía en el BOE hasta que no pasen las elecciones europeas del 9 de junio. Sánchez tiene la maligna capacidad de mezclar grandes traiciones y pequeños desfalcos, feroces puñaladas y aviesos pellizcos, todos al servicio de su interés inmediato, que es conservar el poder, hasta la próxima crisis, ahora internacional, porque nacional ya no puede, que provocará él mismo. Nunca en nuestra historia, ni en la de cualquier país importante, ha habido un presidente tan débil capaz de provocar un terremoto tan fuerte. Y como, tras pagar el precio de su investidura, esa debilidad se agravará, se abre un turbio periodo de acoso a los jueces que se niegan a aplicar esa ley ilegal, a los medios que denunciamos su corrupción. Y de ahí, a un nuevo plebiscito electoral, ya sin Constitución que nos ampare ni Europa que nos defienda.

La izquierda, sin miedo a la mentira, la violencia y el ridículo

La votación de esta ley que es la negación de la Ley, que niega la Constitución pero se pretende constitucional por la segura prevaricación del Tribunal de Pumpido, que tiene en contra a medio Congreso y más de medio Senado, a la mayoría de los españoles y a parte de su electorado, (representado por García Page, barón manchego del gatillazo institucional, que dice que podría sumarse a las comunidades del PP que recurrirán la Ley de Amnistía después de que todos sus diputados votaran a favor) se produjo tras levantarse el secreto del sumario contra Begoña Gómez, que reveló que la "Carta a la ciudadanía" de Sánchez y los cinco días de reflexión enamorada fueron monumentales tomaduras de pelo a todo el mundo, incluido su partido, antes PSOE, ahora SS (Secta Sanchista) Y pese a destaparse la mentira descarada a la opinión pública, todos los socialistas votaron lo que mandó el Amo, que ni siquiera asistió al debate, para no tener que aguantar que le dijeran la mitad de lo que él dice a sus enemigos.

Eso significa que el PSOE es Sánchez, que la Izquierda es Sánchez, y que esa izquierda es capaz de votar lo que sea, si le mantiene en el poder, y de destruir media España, exactamente igual que en 1936. No puede llegar, como entonces, a la aniquilación física, pero seguro que intentará la legal. De hecho, si a los votantes ya nos ha borrado oficialmente la memoria de lo que vimos en 2017 y nos ha robado la Constitución, ¿qué no será capaz de hacer contra los partidos a los que votamos los enemigos de Sánchez? Casi media España acepta la mentira como forma normal de hacer política. Pero no mentirijillas, exageraciones, alardes en periodo electoral, sino mentiras descaradas, trolas elefantiásicas, vivir respirando y espirando fango. Y les da absolutamente igual. Tienen prejuicios, claro, pero contra lo que en cada momento les convenga: Abascal, Feijoo, Milei, Netanyahu, Meloni, o todos a la vez. El marido de Begoña se proclama gran líder mundial de la lucha contra la ultraderecha, pero de la mano de la ultraderecha del PNV y Junts. Puede decir una cosa y la contraria con una diferencia de años, meses, días o minutos. Puede contradecirse en la misma frase y le votarán igual. La base electoral de la izquierda está en guerra civil contra la derecha. Y los enemigos de España son sus socios, porque todos están contra la nación.

El PSOE ha muerto, dice Feijoó. ¿Lo creerá el PP?

En lo que muchos consideran su mejor discurso parlamentario, Feijóo dijo que la Ley de Amnistía era el acta de defunción del PSOE. Es cierto, pero la Amnistía no hace sino certificar lo que empezó con Zapatero y que Rajoy, con mayoría absoluta, se molestó en combatir. Le llamaban consenso al bipartidismo, cuando desde el 11M no ha habido más consenso que el que le ha convenido a la izquierda. Ahora, ni siquiera eso. Pero, ¿lo cree así Génova 13, cubil de todos los oportunismos, y, por tanto, devota del consenso, aunque aceptando siempre la superioridad del PSOE? ¿Han asumido que, tras la deriva falangista y bebelejías de Vox, el PP es el único partido que carga con el peso de la defensa del orden constitucional?

Basta seguir un día los medios, raquíticos de audiencia e influencia, salvo entre la facción radical de Vox, aunque compensados abundantemente por su fidelidad, para ver lo poquísimo que la Monarquía y la Constitución les conmueven. La labor de zapa más insidiosa contra Felipe VI no la hace el separatismo, sino la derecha devota de soluciones extraparlamentarias, que reclama del Rey un obstruccionismo como el que se ha pedido en el Senado, y que Abascal siguió reclamando al PP el mismo día de la votación de la Ley de Amnistía. Provocar ese bloqueo institucional no servía para nada, excepto para privar al PP de su capacidad de acción en el Senado, que es lo que buscaba cucamente Vox. Se pasan de listos, nos toman por tontos.

Es verdad que entre el joven Arenas y González Pons han logrado por su pésima elección de oradores y su respeto al escalafón de nulidades, que la Comisión de investigación sobre la corrupción sociata esté siendo menos útil de lo que debería. Pero Vox no critica al PP porque lo haga mal, sino por hacer algo. Monasterio critica a Ayuso por ir en Maserati, cuando estaba en el batmóvil de la Warner, y así lo mostraba el logotipo, borrado de la foto. Se informan en las redes, sólo de su cuerda. La renuncia de Stegman ha sido también el acta de defunción de aquel Vox respetable que criticaba muchos vicios y enmendaba muchas fallas del PP. Calificar de "romería", como hizo Abascal, a una manifestación contra Sánchez de 80.000 personas, muestra dónde está. Y por qué no ha habido en los últimos años ni una sola campaña del PSOE y el Gobierno contra él ni contra sus jemeres azules (azul mahón). Señal de lo poco que le estorban a Sánchez.

Pero Vox disfruta en la marginalidad, esperando no el hundimiento de Sánchez sino el de Feijóo, y dice en su campaña que "PP y PSOE votan lo mismo", algo que en la votación esencial, la de la Ley de Amnistía, se ha demostrado falso, pero no renuncia a un solo cargo en las autonomías y ayuntamientos que gobierna con el PP. En cambio, en el principal partido de la oposición siempre ha existido, y el propio Feijóo lo demuestra no pocas veces, la nostalgia por el consenso con el PSOE que es de lo que vive Vox. Algo que, si con Zapatero era imposible (tras Javier Fernández, el PSOE volvió a las andadas), con Sánchez ofende incluso echarlo en falta.

En vísperas del referéndum de independencia y la crisis de régimen

¿Sabrán entender los dos partidos de la derecha la gravedad de la situación? Tras las elecciones europeas, ¿volverán a las andadas, sobre todo Abascal? Depende de su patriotismo y de su compromiso con España. Si es mayor el espíritu de secta o de partido, Sánchez acabará imponiendo su dictadura. Y con ella, de ilegalidad en ilegalidad, de golpe en golpe, llegará a toda prisa el referéndum de independencia de Cataluña, que ya dicen los sociatas que será totalmente legal. Es decir, como la Ley de Amnistía, y su coronación. Se lo han prometido a ERC a cambio de hacer presidente a Illa, y ya se sabe que Sánchez sólo cumple los delitos que promete.

La situación es todavía peor de lo que parece. El déspota ha sido capaz de suspender el Estado de Derecho sin intentar otro régimen, por ilegítimo que fuera. No ha impuesto su dictadura, aunque fatalmente lo tendrá que intentar, pero tampoco puede decirse que tengamos democracia. Su proyecto, genuinamente comunista y bolivariano, es ir destruyendo la legalidad desde dentro, utilizar los argumentos más inverosímiles, que le servirá el felón Pumpido, para llamar constitucional a lo anticonstitucional. Y ante un referéndum que ponga en jaque la continuidad de España, sin una reforma constitucional legal, que apele al voto de todos los españoles, es muy difícil, por mucha prosopopeya que le pongan los traidores pumpidos, que la Corona se mantenga impávida. La Ley de Amnistía la debe firmar, un referéndum que se burla de la soberanía nacional, ni podría, ni debería.

Entonces Sánchez propondrá elegir entre la Corona y la república multinacional, más roja que la sangre que acabará corriendo, y más sucia que sus negocios. Tendremos al narcoalunado Zapatero, al que se blanquea sin límites en medios supuestamente constitucionales, como candidato a todo. Ah, y si alguien piensa que en un proceso revolucionario puede haber garantías de limpieza electoral, no es que crea en los Reyes Magos, es que está dispuesto a creer en la integridad política y la probidad económica de Fango y Cash.

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