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Castilla y León

León como síntoma

Los problemas de León y de buena parte de la España vaciada no se solucionan con con más instituciones, más administraciones y más gasto identitario para el beneficio de unos pocos.

Los problemas de León y de buena parte de la España vaciada no se solucionan con con más instituciones, más administraciones y más gasto identitario para el beneficio de unos pocos.
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Desde comienzos del siglo XXI un peligroso virus parece recorrer la sociedad española. Como si de una mancha de aceite se tratase, una mezcla de victimismo, localismo e historicismo ha anidado en todos y cada uno de nuestros corazones, dando como resultado una "singularitis aguda" con la que muy difícilmente una comunidad política puede prosperar.

Que el debate sobre la organización territorial de España es viejo lo sabemos y "sufrimos" todos. Basta con echar un vistazo a los últimos 200 años de nuestra historia patria para comprobarlo. Que lo que acontece desde los últimos 25 años, sobre todo a raíz de la aprobación de los "Estatutos de nueva generación" y del malogrado Estatuto de Cataluña, es algo distinto a las normales divergencias en la organización territorial de un Estado es algo que está ya fuera de toda duda.

Como afirmaba Ortega en su España invertebrada, uno de los males históricos de España como proyecto común es su enorme querencia por el "particularismo". Y en España, eso sí, podemos decir que de "particularismo" andamos sobrados.

El pasado miércoles, la Diputación de León aprobó una moción de la Unión del Pueblo Leonés (UPL) exigiendo la creación de una nueva comunidad autónoma integrada por León, Zamora y Salamanca. La moción, que, según sus benefactores, busca "revertir el agravio cometido contra una región histórica de España como la leonesa" salió adelante con el inestimable apoyo del PSOE, grupo mayoritario en la Diputación. 13 votos frente a 11.

La cuestión autonómica en León no es nueva. Estuvo encima de la mesa durante la configuración de la actual comunidad autónoma de Castilla y león, al igual que en Segovia, por cierto. Lo que sí es nuevo es acudir continuamente a los agravios, la historia, unos hipotéticos derechos históricos o incluso a un escudo para conseguir la tan anhelada "singularidad" y trato diferenciado al resto.

¿Acaso los problemas de León son diferentes al resto de los problemas que afectan al conjunto de Castilla y León? ¿De verdad alguien piensa que con una nueva autonomía problemas tan complejos como la despoblación, el envejecimiento o la desindustrialización, que afectan a todo el noroeste peninsular van a desaparecer? ¿Es que la nueva administración se va a convertir, ahora sí, por arte de magia, en una administración eficiente, capaz de gestionar los miles de millones de euros destinados a los numerosos y por ahora poco efectivos planes de reconversión?

Para muestra, un botón: el Principado de Asturias. Desde la aprobación de su estatuto en 1982 Asturias ha perdido casi 130.000 habitantes. Además, ostenta el honor de tener la mayor tasa de envejecimiento de España (249 personas por encima de 64 años por cada 100 menores de 16) y la segunda tasa global de fecundidad más baja del país (24,84 niños nacidos vivos por cada 1.000 mujeres en edad reproductiva). Todo un éxito; y todo con una autonomía plena.

Los problemas de León y de buena parte de la España vaciada no se solucionan con varitas mágicas ni desde luego con más instituciones, más administraciones y más gasto identitario para el beneficio de unos pocos. Se solucionan creando un marco atractivo que fortalezca la inversión, la creación de riqueza y un horizonte de esperanza para sus jóvenes. Todo lo demás son parches, golpes en el pecho y seguir profundizando en la "singularitis aguda" que desgraciadamente sigue poniendo en solfa la prosperidad de la nación.

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