
No acierto a encontrar diferencias sustanciales entre la violencia "física" y la violencia "moral" que Nicolás Maduro y Pedro Sánchez están ejerciendo para conservar el poder. De ahí el silencio cómplice de este último a la hora de condenar sin paliativos el golpe de mano del sátrapa venezolano tras las elecciones del domingo pasado.
Ambos emplean idéntico "Manual de Resistencia" para enrocarse en el cargo y derrumbar la democracia porque ninguno de los dos tiene reservas morales.
El único matiz que los distingue es el miedo que reina en el pueblo venezolano y la indiferencia que anida en el pueblo español, pero el resultado es idéntico, la aniquilación de las instituciones y la consagración de la autocracia.
De la rudimentaria verborrea caribeña a la mentira demagógica patria, en una suerte de colonialismo socialista que ha arrumbado la democracia liberal.
Clama al cielo, además, que el PSOE nada diga sobre la injerencia del inane Zapatero, erigido en consejero áulico del sindicalista conductor de autobuses que sucedió a Hugo Chávez en la represión de Venezuela.
Mientras Maduro lanza al Ejército y a los paramilitares chavistas contra su gente, Sánchez utiliza a la Abogacía del Estado y a la Fiscalía para atacar al Juez ordinario predeterminado por la ley que investiga los turbios negocios de la inquilina del Palacio de la Moncloa.
En Venezuela se detiene, se tortura, se asesina, en España se intimida, se persigue, se delinque.
Sánchez dijo que colaboraría con la Justicia, luego se ha negado a declarar ante ella y ahora se querella contra quien la imparte, malversando recursos públicos.
Maduro dijo que se sometería al veredicto de las urnas, luego adultera el resultado emanado de ellas y persigue a la oposición democrática incluso con las armas.
Y nada me hace pensar que las cosas en ambos países puedan mejorar sino que la deriva de ambos "dictadorzuelos" tiende a subir el mismo diapasón para amedrentar a la disidencia y prolongar el deterioro político y social de manera inexorable.
Pedro Sánchez ha decidido hacer saltar por los aires la solidaridad y la igualdad entre españoles privilegiando al separatismo frente al resto, acordando un cupo catalán que convierte el régimen constitucional de las autonomías en una confederación de territorios, dinamitando los artículos 1 y 2 de la Carta Magna.
España se constituye en un Estado social y democrático de Derecho que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político y en el que la soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado.
La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas.
Después de lo acontecido en nuestra Nación tras el golpe de Estado separatista del año 2017, somos un remedo de democracia constitucional, una pura entelequia; nada de lo escrito por el poder constituyente se mantiene hoy en pie.
Nicolás Maduro, gobernando por Decreto de 2013, ha decidido violentar la voluntad popular expresada en las urnas y mediante un impúdico "pucherazo" se atrinchera en el Palacio de Miraflores y dispara contra los jóvenes que ansían salir de la pobreza lacerante en la que malviven, tras destrozar su economía.
Dos conspicuos defensores del socialismo reaccionario que no tienen catadura moral y chapotean en el fango de la corrupción. Todo saldrá y todo se sabrá.
El precio a pagar será alto, ya lo está siendo, pero la libertad, la dignidad y la justicia los acabará poniendo en su sitio, en el mismo que la Historia reserva a quienes destrozaron su país.
