
"Si necesita ayuda, que la pida".
Esta lapidaria frase de Pedro Sánchez dirigida a Carlos Mazón simboliza el fracaso de España como nación.
La fragmentación de nuestro país en territorios como compartimentos estancos y escenario de lucha partidaria, confirma el fiasco constituyente de contentar a las élites provincianas, con ingentes recursos de todos los ciudadanos, al servicio de intereses bastardos.
Lo hemos visto y vivido en tierras vascas y catalanas generando división, enfrentamiento y desigualdad.
Ante una situación apocalíptica con trágica pérdida de compatriotas, la respuesta del Gobierno es miserable.
Urge una refundación democrática que acabe con privilegios, corrupción y chantaje.
El actual sistema constitucional es inviable.
La generosidad de nuestra Carta Magna topó con políticos abyectos que han prostituido su letra y comoquiera que ellos no cambian, hay que recuperar la soberanía y unificar nuestra patria.
Los partidos políticos actuales no cumplen su función constitucional porque priman sus intereses de clase por encima del interés general.
Las instituciones públicas han sido colonizadas por personas sin currículo pero con carnet.
Prima el "amiguismo" y en cambio se relega el mérito y la capacidad como herramienta de selección de los mejores y cumplimiento del mandato constitucional, cuando de ejercer funciones públicas se trata.
El sistemático abandono de los ciudadanos españoles que necesitan mejores servicios públicos es paralelo a la asistencia desmedida que se presta a ciudadanos extranjeros, sin garantía de un inequívoco compromiso de integración.
La defensa del derecho de propiedad y el libre mercado ha sido bruscamente atacada por políticas intervencionistas propias de regímenes comunistas.
El derecho a la igualdad real y efectiva entre hombres y mujeres se ha sustituido por una ideología de género, amparada en una "neolengua" que oprime y coarta el libre pensamiento, desde el Boletín Oficial del Estado.
La política exterior del Gobierno sirve más a intereses oscuros e inconfesables en lugar de a la defensa de nuestra identidad como Nación, que alumbró la civilización occidental, el progreso y la defensa de los derechos humanos.
Yo me apunto a un nuevo proyecto político que lo abandere. No podemos esperar nada de quienes nos han traído hasta aquí.
El nivel de degradación ética e institucional ha adquirido tintes dramáticos.
Esta España negra que padecemos solo puede rehabilitarse si la sociedad en su conjunto es capaz de conjurarse para arrumbar un modo de hacer política mezquino e inhumano.
No podemos perder la esperanza porque sin ella no habrá futuro, ni tampoco podemos continuar como si lo sucedido fuera algo inevitable, porque nuestro fatal destino ya está escrito.
Los españoles muertos en Valencia merecen que su sacrificio no sea en vano.