Me parece perfecto que un ministro quiera jugar, siempre que sea en su casa y con los suyos, porque jugar con lo no es suyo ni de los suyos es un contradiós. El juego, salvo en sus manifestaciones enfermizas, puede ser un bien si se modera y limita. Hasta Santo Tomás de Aquino, bebiendo en su Filósofo, lo subraya en la Suma Teológica.
Pero no se olvide que, en el caso de un ministro, por odioso o amable que parezca, hasta cuando juega, que en su caso es una forma más e indivisible de hablar y de hacer política, puede subir el pan para los ciudadanos. Por eso, el arte de la prudencia es el principal del que debe echar mano un ministro válido y valido, más aún si es plenipotenciario.
He aquí que el ministro Bolaños, Félix, se ha puesto a "jugar". Lo ha hecho participando en la producción y distribución de un pequeño vídeo en el que habla con su peluquero. Con la excusa del rechazo que en algunos produce su look despeluznante, el ministro travesea con Carlos, su peluquero, presunto culpable de su erizamiento capilar que, al parecer y según el guión, desagrada a algunos.
Naturalmente, el ministro trata de redimir a su fígaro desvelando que es la madre del barbero quien le señala la fecha del pelado y, ya que estamos, convierte en apoteosis final la auto-propaganda abierta perpetrada por quien no sólo lo pela sino que muestra su idolatría hacia la figura completa del plenipotenciario, cabeza y pelambre incluidas.
Entonces, viene al pelo como un trasquilón el bueno de Décimo Magno Ausonio, latino francés del siglo IV d.C. que se refirió al peluquero del Rey Midas aunque era cosa sabida. Por si acaso, digamos que Midas fue castigado por el Dios Apolo a exhibir unas orejas de burro que, como es natural, no podía ocultar al rapador. Por ello, le prohibió decirlo bajo pena de muerte. El artesano hizo un agujero en la Tierra y le contó el secreto que le quemaba en la sangre, tapándolo luego. Desafortunadamente, el viento movió unas cañas que mutando en lenguas permitieron que las palabras enterradas por el barbero volvieran a decirse.
Tal vez, quién sabe, puestos a jugar, si el ministro quiere atenazar, con el vídeo por montera, a su peluquero para que no cuente algún oscuro secreto de esos que acostumbran a sostener una relación de complicidad. O tal vez, como creen algunos, Bolaños quiere ser un influencer en las redes sociales para completar su sueldo. O quizá lo que ha querido es intervenir en el mercado del sector —le encanta intervenir como socialista—, favoreciendo a su amigo. Cómo va a extrañarnos después de lo de Ábalos, Begoña, el hermanísimo y ese memorial antiético.
Los peluqueros, como los médicos, los inspectores de Hacienda, los mayordomos o mayordomas y los confesores principalmente, pertenecen a ese tipo de profesiones que saben demasiado de la vida de quienes, alguna vez, pudieran convertirse en sus víctimas. Casos ha habido. Por ello, la prudencia, otra vez el gran descubrimiento hispánico, exige llevarse bien con todos ellos. En esto, Bolaños va de la mano de Gracián.
Pero la prudencia es más que perfecta cuando va acompañada de la discreción. Pero, ay, Félix el plenipotenciario, que parece tener los pelos de punta por las cosas que habrá visto y habrá hecho, resulta que nos ha dado el tocomocho. Donde deseábamos ver mesura y seso se ha descrinado en ese fango de bulos que es Internet y se le ha visto el plumero.
El vídeo no va de otra cosa, aunque lo parezca, que de distraer la atención de los sufridos españoles, menos catalanes y vascos, en este agosto histórico que nos rompe España para que su jefe siga siendo presidente y él mismo ministro de la Presidencia, Relaciones con las Cortes y Memoria Democrática. Sólo por eso, oigan, que hay que ser descabellados. ¿Federalismo? ¿Y dónde está el federalismo escrito en la Constitución? Eso, el de verdad. Pero, ¿y su farsa macabra, el asimétrico?
Carlos, el peluquero de Bolaños, tiene que tener cuidado. Que se fije bien en lo que le pasó al de Midas (del oro, Zapatero, Delcy y Venezuela habrá que hablar un día) y a don Isidro Parodi, antiguo peluquero del barrio Sur de Buenos Aires, luego recluso en la Penitenciaría Nacional. Desde su celda, desvanecía enigmas policiales como disipa los económicos Javier Milei. Es lo que contaban, bueno, no del todo, Borges y Bioy Casares. No se dirá que no habrá misterios de la serie más negra que resolver en el exgobierno del plenipotenciario Bolaños.
Eso sí, gracias a este vídeo promocional que distrae a los españoles de lo importante: la vida, la libertad y la justicia, a lo mejor, cuando llegue el momento, le es propicio abrir una peluquería en Caracas para seguir atendiendo a su cliente preferido, que andará por allí. He leído que los barberos venezolanos son tan privilegiados que incluso pueden llegar a ganar 1.000 euros al mes, no como los 8 millones de esos pobrecitos que tuvieron que exiliarse de su patria por miedo o para poder comer.