
Así la motejó Federico Jiménez Losantos, si bien ha sido agraciada con otros alias, como Marisú, Marichús o Chiqui, entre otros. Lo de la Farruquita no se deduce de la casería de la parroquia de Brañas-Leitariegos, de Cangas de Narcea, claro, aunque la farruca como palo flamenco proceda del Norte, de donde bajaban los farrucos al Sur. Tampoco se desprende de las mujeres que con ese apodo han ennoblecido el cante y el baile flamenco.
No, no. Lo de "farruquita" tampoco viene de Farruco, Antonio Montoya Flores, que fuera uno de los grandes del cante flamenco, nieto de guitarrista sublime y de familia de gitanos canasteros. Procede de lo que mi madre llamaba "ponerse farruco", diccionario puro, esto es, experimentar una metamorfosis de carácter que hacía salir de la tapa del pecho un aire de insolencia, de atrevimiento, de arrogancia, de chulería, vamos.
Pero, a pesar de sus salidas de pata de banco y arrancadas varias, algunas muy recientes, María Jesús Montero es probablemente la mujer más poderosa de España. ¿Y cómo una niña bien de Triana, cristiana ella desde sus orígenes y médica sin el oficio estrenado, ha llegado a convertirse en la aliada más fiel del presidente del Gobierno más amoral que ha tenido España si exceptuamos a Zapatero, que por ahí anda?
Ya contamos en artículos anteriores en Libertad Digital lo que había sido una irresistible ascensión de La Farruquita, desde la comunidad de base con piso compartido en Sevilla a la vicepresidencia del Gobierno y el Ministerio de Hacienda, observatorio malvado de las vidas y haciendas de los españoles. Que se lo pregunten al novio de Isabel Díaz Ayuso, la que debería ser presidenta del Gobierno de España según el torero Roca Rey. Silencio en el tendido del PP.
Hubo en Andalucía otras irresistibles ascensiones sobrevenidas, como la propia de Susana Díaz, que, oigan, no se olvide que llegó a ser recibida por Mohamed VI en el Palacio Real de Tetuán, sin previo aviso y con pañuelo en la cabeza. Corrían los tiempos de 2014, aquellos tiempos en que la asimismo trianera, pero de orígenes más humildes, se perfilaba como mandamás del PSOE nacional. Luego fue traicionada por Pedro Sánchez y se pegó un "jardazo" –batacazo en cristiano-árabe—, histórico.
Pero consecuencia de su costalada política, se produjeron otras dos irresistibles ascensiones al firmamento nacional. En la naturaleza no hay vacíos. Uno fue el de Alfonso Rodríguez Gómez de Celis y otro el de La Farruquita. El primero, boyero del carro de Pedro Sánchez tras su caída del PSOE que lo defenestró, nunca tuvo demasiada suerte en el cortijo andaluz y, de hecho, el propio Eresiarca Griñán le chafó sus aspiraciones a la alcaldía de Sevilla, de la mano de la propia Susana.
Naturalmente, surgió en él un "odio eterno" a esta trianera, a la que combatió por activa y por pasiva, con buenas y malas artes, a la luz del día y en la más tenebrosa oscuridad. Ahora, luce de mascarilla de la Armengol en el Congreso, cómplice de todas sus porquerías. Cruel destino por ahora hasta que un día el Puto Amo le designe algo, ministro por ejemplo, aunque habría que fiarse de él, claro.
La otra que ascendió irresistiblemente fue La Farruquita de Triana, que a punto estuvo de ser la primera presidenta del Gobierno de España. Si no lo fue, la desgracia se debe a que el Uno indujo a creer que amaba mucho más a su mujer, pero luego… De todos modos, es una de las pocas militantes socialistas que lleva subiendo ininterrumpidamente desde siempre, aunque muchos nos preguntamos cuáles son sus méritos.
¿Traicionó a Susana Díaz para subir más alto? Bueno, ya antes se había decantado por la candidatura de Alfredo Pérez Rubalcaba para regir al PSOE frente a la de Carmen Chacón apoyada por su aliado Griñán y por la misma Susana. ¿Quién apoyó también a Rubalcaba? Gómez de Celis, el mismo con el cual, hay que presumir, comenzó una hermosa amistad que parece que perdura en el pesebre del marido de Begoña Gómez.
Se ha librado de todo y no han sido pocos los escándalos de la sanidad andaluza que rigió unos años. La acusaron de desmantelar la salud pública y pasó de puntillas por los ERES, por los cursos de formación… Ni un rasguño de importancia. Ahora, pasan por su vera, verita, vera las corruptelas de su Amo, las de su familia, las de Díaz Ayuso, las de las inspecciones o no , según qué, lo de su eternamente Yolanda, pero quiá.
Sí, es un enigma. Que una vicepresidenta en un Gobierno que pertenece a la Unión Europea se cargue el derecho constitucional a la presunción de inocencia o que destruya el prestigio de las Universidades privadas (¿acaso Harvard o Yale son públicas?), logre mantenerse en el cargo y apoyada por quien presentó una tesis farsista en una Universidad privada (¿la Camilo Jose Cela es acaso pública?), es un misterio.
Que después de todo lo que hemos visto, oído y leído, y están instruyendo los jueces, La Farruquita diga, sin vergüenza alguna, que el PSOE siempre ha respetado las reglas del juego democrático, ilumina algo el secreto. Para ascender en ese partido, retorcer el cuello del lenguaje para que no signifique nada y la verdad y la mentira sean indistinguibles, debe ser una asignatura obligatoria de sus cursos de verano. Digo yo.
Ahora que el Puto Amo la ha arrojado al charco socialista andaluz, que no la quiere, debería hacérselo mirar. Por su bien.