No salgo de mi asombro. ¿Qué más nos puede pasar como españoles, como nación, como patria, como entidad constitucional incluso como unidad de destino si se quiere? Tras asistir en directo a la charlotada de consenso del catalán supremacista de genes andaluces; a la larga callada del gobierno (Marlaska, Robles y Sánchez mudos); a la sumisión genuflexa de un Illa, que rima con mascarilla, desde el primer día de su mandato; a la inepcia teatral por politizada de su policía; al mirar hacia otra parte de todo el aparato de seguridad del Estado, a las traiciones ya por la cara, impúdicas, gratuitas… pregunto: ¿Qué más nos puede pasar?
No es que haya pasado poco desde que este peligro público que es Pedro Sánchez –para su partido, para España y para las naciones de nuestro entorno– llegó a nuestras vidas por la incompetencia y la desmoralidad de un Rajoy incalificable, cada vez más con el tiempo. No es menester hacer una relación rigurosa y exhaustiva de fechorías para darnos cuenta de que si España como nación soberana e inteligente existe, o está anestesiada o ya no tiene fuerzas para seguir adelante.
De Jorge Manrique, nuestro gran poeta, se recuerdan siempre las coplas a la muerte de su padre, pero se olvidan otras rimas, estrofadas del mismo modo, que le dedicó a la Fortuna, a la incertidumbre de la suerte.
Y ¿qué más puede pasar
dolor mortal ni pasión
de ningún arte,
que herir y atravesar
por medio mi corazón
de cada parte?Pues una cosa diría,
y entiendo que la jurase
sin mentir:
que ningún golpe vendría
que por otro no acertase
a me herir.
Cierto es que desde el 11 de marzo de 2004, fecha de los atentados terroristas de Madrid que beneficiaron sustancialmente a la extrema izquierda, a los nacionalismos xenófobos y/o terroristas, al comunismo bolivariano y a estados vecinos no afables, esta nación, si le podemos llamar aún así, ha visto de todo, desde un ministro de Defensa que defendía los sin papeles para todos y un ejército ONG (mientras armaba a la Venezuela de Maduro) a un presidente del gobierno poniendo en duda la existencia nacional y blanqueando a asesinos.
Pero es desde la llegada a la vida política nacional de Sánchez, destrozando la estabilidad y la escasa democracia interna del PSOE, cuando se vio con claridad que nos podía pasar de todo porque hemos caído en la cuenta de que una democracia como la española no puede, no quiere o no sabe defenderse de un depredador al que el Derecho, la Ley, las costumbres y las normas le importan un carajo. Perdonen pero a estas alturas no voy a ponerme fino.
Ahí están los episodios de la pandemia, desde la trola de las mascarillas a la patraña del Comité de Expertos, de la turbiedad del reparto de fondos europeos, de la conquista del Tribunal Constitucional y la fiscalía ancilar del Estado al mentirnos en pena campaña electoral sobre sus pesadillas, sus socios, sus cartas de amor y sus proyectos. Ahí están los negros nubarrones judiciales sobre su familia, esposa y hermano, sobre ex altos cargos, sobre exministros. Y aquí tenemos la ruptura esencial de la España común, con la insolidaridad por bandera y por tanto, de la España constitucional y judicial decente (lo de los ERE es otra infamia).
Mientras los restos de España, usted, nosotros, yo, no sabemos qué hacer ni cómo unirnos ni cómo impedir esta degeneración porque nos ha dejado sin armas, sin fuerzas, sin alma, sin identidad y sin esperanza en una democracia incapaz e impotente ante un tirano y sus bandas, la llamada oposición se opone a sí misma más que al chularca y muestra que ni siquiera el peligro mortal en el que se encuentra la patria española les anima a ordenar sus valores y prioridades.
Me consolaré con la estrofa final con que el poeta castellano se enfrenta a la Fortuna:
Desde aquí te desafío
a fuego, sangre y a hierro,
en esta guerra;
pues en tus bienes no fío,
no quiero esperar más yerro
de quien yerra:que quien tantas veces miente,
aunque ya diga verdad,
no es de creer;
pues airado ni placiente,
tu gesto mi voluntad
no quiere ver.
Pues yo no confío más que en la suerte. ¿Por qué no va a ocurrir un milagro en España como el que ha ocurrido en Argentina despedazando al monstruo kirchnerista con la cara de una mujer torturada? Puede ser otra cosa, claro, pero que sea verdadera y que destruya la losa que nos sepulta. Que venga ya un meteorito, decía mi viejo amigo Eduardo Maestre hace doce años, en plena tela de araña. En Andalucía cayó uno el 2 de diciembre de 2018 y bueno, aunque ha sido decepcionante, estamos vivos.