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José García Domínguez

Nyordos

Hay que sacar a los nyordos de su zona de confort fonética, parece que cavila la autoproclamada reencarnación de Tarradellas.

Hay que sacar a los nyordos de su zona de confort fonética, parece que cavila la autoproclamada reencarnación de Tarradellas.
Salvador Illa. | Europa Press

El idioma catalán, que a fuerza de sobreprotección lacrimógena durante medio siglo ha acabado convirtiéndose en algo muy parecido al hijo tonto de la gran familia de las lenguas románicas, otra de esas criaturas tan patológicamente enclenques, dependientes y frágiles que devienen incapaces de subsistir por sí mismas ni siquiera durante un cuarto de hora cuando se las deja expuestas al libre albedrío propio de los adultos sanos, volverá a ser objeto de obsesión rutinaria por parte del nuevo Ejecutivo de la Generalitat. Y de ahí que el debutante Illa ya se haya estrenado con la primera regañina lingüística contra sus votantes.

Porque Illa sueña en catalán, pero al despertar constata, siempre con un inequívoco mohín de desagrado, que la inmensa mayoría de los que le votan se sienten muy cómodos, demasiado cómodos, perorando en castellano. Toda la vida ha sido así en el caso de la parroquia del PSC. Y todos los sismógrafos sociológicos indican que aún lo va a ser mucho más en el futuro inmediato. De ahí que, como decíamos, Illa haya empezado con las bullas contra su propia gente. Así, acaba de reclamar a los castellanoparlantes locales que "superen la comodidad del monolingüismo". Lo de la religión lingüística en Cataluña es un asunto tan pesado y tan cansino, genera tal tedio insufrible hasta a las ovejas, que yo estaba seguro de que, al final, acabarían imponiendo ellos su causa solo por puro aburrimiento de los contrarios. Pero resulta que no.

Al contrario, el uso preferente del catalán, en particular entre los jóvenes, anda en acusado retroceso. Algo que no deja de tener su gracia cuando desde los medios de comunicación locales, tanto los públicos como los privados, incluída TV3, resulta muy habitual llamar nyordos (literalmente, trozos de mierda) a los contribuyentes de la demarcación que usan el castellano de forma habitual en sus relaciones sociales. Hay que sacar a los nyordos de su zona de confort fonética, parece que cavila la autoproclamada reencarnación de Tarradellas. Y ahí lo tienen, manos a la obra. Mucho más pronto que tarde, tendremos que volver a fundar otro Ciudadanos.

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