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Itxu Díaz

El Lamborghini no tiene quién le escriba

La buena noticia es que, según el Gobierno de Sánchez, los ricos pagarán todo. La mala noticia es que, según el Gobierno de Sánchez, tú eres rico.

La buena noticia es que, según el Gobierno de Sánchez, los ricos pagarán todo. La mala noticia es que, según el Gobierno de Sánchez, tú eres rico.
Pedro Sánchez. | Europa Press

Más transporte público y menos lamborghinis. Lo proclamó esta semana un tipo que viaja en un pepino volador que cuesta más de 30 millones de euros. Con todo, me intriga la inquina contra el fabricante italiano, pudiendo meterse con cualquier otro. Apuesto a que alguien le levantó una rubia años atrás, y terminó como el Loquillo del Cadillac Solitario pero un Lamborhiniigualmente solitario. No tiene otra explicación. Es un golpe tan gratuito como absurdo a una marca de lujo que matriculó en su año récord menos de medio centenar de ejemplares en España. Insignificante. Que ya es más fácil encontrar a un socialista honrado fuera de un puticlub que un Lamborghini surcando las carreteras españolas.

Siguiendo sus estrechísimos patrones discursivos, el presidente intentó en falso contraponer un amigable transporte público eléctrico, barato y solidario, a un contaminante, caro y egoísta Lamborghini. La marca italiana, bellísimos deportivos, recibe el golpe entre la resignación y la esperanza, como el protagonista de García Márquez. La resignación de saber que las palabras de Sánchez tendrán consecuencias, que solo está anticipando un nuevo saqueo al potencial comprador de lamborghinis, y la esperanza de saber que, frente a la exuberancia clásica del mítico Lamborghini 350 GT, el nuevo rico de La Moncloa emulando a JFK en el Falcon no tiene mucho que hacer. La belleza gana siempre.

Por supuesto, el Falcon de Sánchez emite miles de veces más CO2 a la atmósfera que el más contaminante de los lamborghinis. Pero el presidente no quiere hacer eléctrico el Falcon, sino el Lamborghini, si es que finalmente lo indulta. El CEO de la compañía, al que imagino preocupadísimo por las opiniones de un tal Sánchez, ha pospuesto varias veces el lanzamiento de un modelo cien por cien eléctrico, sencillamente porque no existe demanda. Tienen, eso sí, un modelo híbrido, como el Consejo de Ministros, que también es híbrido, mitad socialistas de mano larga, mitad comunistas de mecha corta.

El señor Winkelmann explicó que la razón fundamentalpor la que no cuaja el modelo eléctrico en su marca es emocional, porque el característico rugido del motor de sus coches no puede reproducirse en un vehículo eléctrico, no como esos modernos autobuses públicos a pilas, que pasan, te atropellan, y el único sonido que escuchas en todo el proceso es tu propio grito de pánico, y a veces el del conductor bramando "la madre que te parió".

Pero lo que en realidad Sánchez quiso decir, en su deriva bolivariana sin marcha atrás, es que necesitamos menos ricos, menos españoles que puedan comprarse un Lamborghini. Por lo visto, en España solo puede tener pasta Sánchez y señora, los demás debemos ir en transporte público y, dentro de poco, hacer una única comida al día. Probablemente pasta con sal. Lo primero que hace todo nuevo rico es quejarse de que hay demasiados ricos, porque le restan protagonismo. El rico de toda la vida busca exactamente lo contrario: discreción.

El marido de Begoña es tan torpe que ni siquiera alcanza a ser buen demagogo. Incluso para ser dictador bolivarianoy bocazas hay que tener ciertas cualidades. Sánchez no las tiene porque no tiene nada dentro, es como el agujero de un donuts. Su única cualidad no le pertenece, y es el poder que otorga ser el presidente del Gobierno, gracias a la bochornosa depravación moral del Partido Socialista, principal enemigo de España, de los españoles.

Queriendo vender el humo de la persecución al millonario, Sánchez rejoneó al inocente Lamborghini, al que ahora imagino sumido en la mayor de las melancolías. Los coches tienen sentimientos; al menos, más sentimientos que el carámbano bruxomaníaco de La Moncloa. Al igual que el coronel entristecido de la novela de García Márquez tras caer enfermo de nuevo, me figuro al viejo y elegante Lamborghini herido en su honor recitando: "Es el invierno. Todo será distinto cuando acabe de llover". Y eso es, por otra parte, lo que esperamos todos. Que termine ya este eterno invierno sanchista. Que vuelvan los Lamborghinis alegres y rumorosos a las calles. Que muchos españoles se los puedan permitir. Que haya ricos por todas partes y que vuelva a respetarse la propiedad, la ley, y la libertad en España.

Y si, aún con todo, te quedase una oscura satisfacción por la tentativa del Gobierno de Sánchez de esquilmar a las grandes fortunas, permíteme recordarte que, si continúan las amenazas macarras de barra de bar del Gobierno, las grandes fortunas saldrán del país cantando rueda a 200 por hora en sus bonitos lamborghinis, antes de que les toquen un solo céntimo. De modo que, parafraseando a O’Rourke, la buena noticia es que, según el Gobierno de Sánchez, los ricos pagarán todo. La mala noticia es que, según el Gobierno de Sánchez, tú eres rico.

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