
Yo entiendo que la industria de la actualidad, antes periodismo, no puede sobrevivir sin llamar la atención y anunciar grandes novedades a los que siguen los programas de noticias. Es más, entiendo que tiene que haber expectativas que mantengan la atención de la gente, cada vez menos, ay, que sigue los medios. Incluso acepto que muchos abriguen la esperanza de un comportamiento no ya patriótico sino simplemente racional de Sánchez y sus cuarenta mil ladrones asociados.
Ni huele a elecciones ni huele a nada
En el fondo, nadie desea, en estos comienzos de curso, cuando los días empiezan a acortarse y las sombras del día a crecer inmisericordes, que nos espera una larga temporada viendo a los mismos haciendo lo mismo contra los mismos, que somos nosotros. Pero hay o debería haber un imperativo de veracidad en los que contamos y explicamos las noticias.
A casi todos les ha dado por decir que "huele a elecciones". Yo no huelo nada, pero acepto no tener olfato. Así que me atengo a los datos concretos que pueden respaldar esa tesis o desmentirla. Veámoslos. En primer lugar, se nos dice, y es cierto, Sánchez no puede gobernar porque no tiene mayoría parlamentaria, y sus socios lo humillan periódicamente ¿Tirará por eso la toalla? ¡Pero si ha gobernado siempre en estado de excepción!
Si bien se mira, cuando no ha sido la pandemia ha sido otra cosa, pero el Parlamento, con Meritxell o con Armengol, es un opiáceo y una burla a los ciudadanos. Nunca la sede de la soberanía nacional ha sido menos soberana y nunca le ha dado tan soberanamente igual al Ejecutivo su decadencia. Acaba de decir Sánchez que gobernará "con o sin el concurso del Legislativo". ¡Pero si cerró dos veces ilegalmente el Parlamento y con el apoyo de la oposición! ¡Pero si sus leyes son decretos-leyes! ¡Pero si, salvo por ver al PP atizarle al Gobierno, cada sesión del Congreso es una llamada a la siesta! ¿Cómo va a decaer lo que está decaído? ¡Si ni va a las Cortes!
Segundo argumento: los presupuestos. ¿Cómo se va a gobernar sin Presupuestos? Pues como de costumbre. ¿O es que se han cumplido alguna vez? El primer escollo de los del año que viene es la deserción fiscal de Cataluña, que debería obligar a un reajuste de todo el gasto público. ¿Hay alguien que crea que nos van a dar los números reales del pacto con ERC? Es más: ¿hay alguien que crea que Marichús puede hacer esos números en dos meses? Ni en dos años.
Añádasele el señuelo del monstruoso dispendio de Dragui que, como los Next-Generation, no se sabe adónde irán ni cómo se repartirán. El nuevo atraco a la deuda pública de 800.000 millones es una garantía de opacidad y corrupción. Podrían adjudicarle los ingresos que se les ocurra y no habría forma de desmentirlos. Nadie sabe qué pasará, pero si pasa lo mismo que hace tres años, que es lo normal, la opacidad presupuestaria en los países de la UE será tenebrosa. Y en España, más.
Y si no hay Presupuestos, naturalmente, será porque no los pueden aprobar. Bastará con prorrogarlos y, otra vez, con la promesa de ese dinero barato. Total, hace décadas que no se discuten unos Presupuestos en serio. Con la Ley de Acompañamiento Presupuestario, las cifras son una filfa. Y vuelvo a lo anterior: si a Sánchez nunca le ha preocupado cumplir la Ley ni las costumbres parlamentarias, ¿por qué deberían preocuparle ahora? Lo que hemos visto estos últimos días es a un ser aún más fuera de control que de costumbre, y a un gobierno y a un partido dispuestos a tirarse por no importa qué precipicio para acompañarlo. De cabeza a donde diga el amo.
No hay partido de Gobierno, sólo Sánchez
Las muecas de Page y Lambán son casi enternecedoras, de tan intransitivas. Sólo sirven para demostrar, por contraste, que el resto está a muerte con el que, en teoría, los mata. Normal. ¿Qué sería de Pilar Alegría sin Sánchez? No podría con Lambán, y acabaría en algún centro de acogida de menas dando clases de baturro; o en un chollo de la ONU previamente pagado por España. ¿Pues y Albares? ¿Ha habido alguna vez un ministro de Exteriores más bobo? Y lo mismo vale para Marichús, el antropoide Puente y demás homínidos. Salvo Robles, nadie tiene talla ministerial sin Sánchez. ¿Cómo van a rebelarse contra el que los ha sacado del barro de la irrelevancia?
¿El partido? ¿Qué partido? Hay sectas menos severas que el PSOE. De vez en cuando, la Derecha tonta, que sueña una izquierda buena, entrevista a Redondo Terreros o a Leguina, que denuncian la falta de debate interno. ¿Lo había con Guerra? Sólo para echarlo y ungir a Felipe. ¿Con Zapatero? Contaban los brotes verdes con entusiasmo de adolescentes. No era más reflexiva Leire Pajín que Pili Juerga, ni Bibiana Aído que Durant. Recordar a Rubalcaba, el del 11-M, es una broma pesada. Salvo con Javier Fernández, y sólo por unos meses, nunca hubo patriotismo en ese partido.
Los aliados no tienen por qué abandonarlo
¿Y sus aliados? ¿No le han sacado ya todo lo que se le podía sacar? ¿No lo dejarán caer ahora que ya no les sirve para casi nada? ¿Casi nada? ¡Pero si no le han sacado más que la Ley de Amnistía y, jueces de por medio, aún no la disfruta ni Puigdemont! Los que sueñan con Pujol, ¿han olvidado que su heredera es Nogueras? ¿Y el PNV? Fantasía habitual del sorayismo. Si echaron a Rajoy tras votar sus presupuestos, ¿van a poner a Feijóo en vez de Sánchez, con el forzoso acompañamiento de Vox y los navarros? ¿En qué cabeza cabe? Obviamente, en las cabezas de chorlito que pueblan la sede del PP, cuyo único destino glorioso sería la voladura con Goma 2.
Estas contorsiones ridículas, estas fantasías estratégicas se deben, por encima de todo, al lúgubre horizonte que espera a la oposición, en lo que dure la legislatura, que da igual si termina o queda a medias: va para largo. Y por una buena razón: ¿para qué va a adelantar elecciones Sánchez? ¿Para perderlas? Antes morirá de parto y dedicará su último suspiro a Ayn Rand.
En realidad, la debilidad de Sánchez, esos rasgos de inestabilidad política que lastran su gobierno, lo hacen mucho más peligroso, porque debe dedicarse a lo único que puede hacer sin gobernar, que es el cambio de régimen. Con los jueces en la mano, el partido en un puño, los aliados sin mejor clavo al que agarrarse, y con la oposición atrincherada pero rota por Vox en el Congreso y el Senado, ¿qué programa político desarrollará el que no tiene fuerzas para desarrollar ninguno dentro de la Constitución? Obviamente, salirse de la Constitución. Cambiarla por la puerta de atrás, como hasta ahora, salvo que se vea en la necesidad de hacerlo por delante. Recientemente, Ayuso lo dijo en esRadio: a este tío sólo le queda cargarse la Monarquía parlamentaria, y a eso va, o irá, cuando crea que le conviene.
Si a corto plazo Sánchez no tiene más salida que prorrogar cuanto pueda su estadía en la Moncloa y a largo plazo cambiar el régimen para quedarse, ¿qué debería hacer la oposición? Lo primero, no creerse sus propios cuentos. Lo segundo, prepararse para un largo invierno, o varios largos inviernos. Y lo tercero, dejar de pensar en atajos para su único camino, que es el de resistir en torno a la Corona y a la Constitución. No hay que pensar en el final de la lucha. Sólo en la lucha. No hay que pensar qué pasará después de Sánchez, sólo cómo sobrevivir al desierto del sanchismo, que no caerá fácilmente, porque le ha tomado la medida a un país casi inerte.
Todavía queda España, todavía hay oposición, todavía Sánchez no es dictador. Pero como no lo combatamos como si lo fuera, acabará siéndolo. Está más cerca de ganar que de perder. A ver si nos metemos esto en la sesera de una vez: lo de Sánchez va para largo. A resistir, resistir y resistir.