No tengo solución. Me pasa lo que a tantos que, como dice el refrán, tropezamos dos veces en la misma piedra. Muchas veces me he dicho que nunca esperaría nada del presidente Sánchez, y menos, cuanto más solemne fuese.
Excepcionalmente confié en que, tras el anunciado Consejo de Ministros, nos diría qué es lo que pensaba hacer para regenerar la democracia. Pero, blablabla… y ni un texto; todo, intenciones futuras: haremos, reformaremos, crearemos, vigilaremos…
Sobre todo, cuando la materia de la regeneración procedía desde aquel tiempo de reflexión, y que, justo es reconocerlo, nos concedió unos días de sosiego a los españoles.
Tras la espera, y a decir de los ministros Bolaños y Urtasun –carezco de información privilegiada–, he llegado a la conclusión de que será la CNMC la que tutorice –no sé para qué hace falta un tutor– la creación del Registro de los Medios de Comunicación, que no se sabe lo que son, pero que ya se nos dirá.
Supongo que la atribución de competencia en este caso a la CNMC se debe, al parecer, para evitar la presencia de oligopolios, cuando, por otro lado, ya era competencia de la Comisión –defensa de la competencia–, aunque creo que son los que más dinero público reciben, así que...
Sí que me ha asustado que, según los informantes, se trata de 31 medidas, las que se van a impulsar en los próximos tres años de legislatura; algo más de diez medidas por año. Pero, qué significa eso de impulsar las medidas.
Pienso que una medida basta con aprobarla, con el formalismo exigible para ser de obligado cumplimiento. Quizás el impulso es lo que requeriría prohibir las corridas de toros, que tanto molestan al ministro Urtasun.
Y, puesto a decir algo hoy, de lo que esperaba, me gustaba más regenerar la democracia, como decía el presidente, que restaurar la confianza en nuestra democracia, como definió el señor Bolaños, como objetivo de la treintena, en exceso, de las medidas previstas.
En cualquier caso, cabe mi reflexión. Así, la primera cuestión, háblese de regeneración o de restauración, es cuándo considera el presidente que se produjo la degeneración o la destrucción, para que se ponga ahora manos a la obra, dispuesto a regenerar o a restaurar.
Son seis años y tres meses aproximadamente de Presidencia, y despejaríamos nuestras dudas si el presidente del Gobierno nos diera la fecha que, según él, obliga ahora a la restauración o regeneración. Pienso que cada español tiene la suya, pero convendría conocer también la del presidente.
Con independencia de ello, y siempre de puertas adentro, ¿quién fue el responsable de la degeneración o de la destrucción? Porque, yo, desde luego, y no creo ser un personaje extraño, nunca encargaría la regeneración ni la restauración, a quien hubiera causado la degeneración o la destrucción.
Y, una última aclaración: ¿por qué el bulo –noticia falsa propagada con algún fin– es más punible que la mentira –expresión o manifestación contraria a lo que se sabe o se piensa–? [ver RAE]. En ambos casos, la falta de verdad es patente.