Esta semana está siendo de colocón para los crédulos, esa mezcla de ingenuidad, ignorancia y bobería, que es una variedad de los tontos, que son (somos) legión. "Stultorum infinitus est numerus". No aprendimos que una de las excelsas aportaciones de la Iglesia Católica a la Humanidad es que su credo no tiene origen ni deriva en una simple credulidad majadera sino que, desde sus primeros tiempos, ha pretendido demostrar su racionalidad, su concordancia con la experiencia y su valentía al desafiar las apariencias y el destino.
Tampoco aprendimos de Óscar Wilde que los verdaderos mentirosos no son esos políticos o abogados que pretenden hacer pasar por verdad lo que es una paparrucha, una trola, una patraña. Esos no engañan a nadie, ni siquiera a nosotros. El mentiroso auténtico es el que segrega falsedades de manera natural sin preocuparse lo más mínimo por las pruebas, por el contraste con los hechos, por guardar las apariencias. O sea, el mentiroso rey es el que es capaz de aplicar e imponer sus mentiras sin escrúpulos.
Por ejemplo, creemos –somos crédulos—, que vivimos en una democracia más o menos liberal, pero sólo un minuto de reflexión nos llevaría a considerar que eso de la democracia no es más que una mentira gigantesca. En España y en todas las "democracias" gobierna una oligarquía de partidos que no les tienen el más mínimo respeto a los ciudadanos individuales –los únicos que son reales—, a los que mienten, esquilman, abaniquean, desdeñan y abandonan a las primeras de cambio.
Como en España nos gobierna uno de los mentirosos más auténticos y famosos del mundo, sucesor socialista de otro quizá peor —Juan Ramón Jiménez vio, como Bergamín, que prefirió cegarse, en la vieja URSS comunista "una mentira de verdad"—, los crédulos son, somos, legión y nos lo creemos todo porque cada vez más los hechos son torturados, maquillados o desaparecidos como lo fue la cúpula estalinista, hasta de las fotos. ¿Cómo nos va a extrañar que la tesis doctoral del jefe de gabinete de Pedro Sánchez se titule La ética del engaño? No hay concordancia mejor. ¿Podría llamarse de otro modo?
Ahora resulta que había muchos que creían en la neutralidad, limpieza y garantía de las oposiciones que se hacen en España. Los andaluces —que, a pesar de las idioteces de los todos los nacionalistas— somos probablemente, como intuyó Ortega, los habitantes de la región que "es, de todas las regiones españolas, la que posee una cultura más radicalmente propia", ya sabíamos que los partidos son incompatibles con oposiciones limpias. Por eso decimos que el que no tiene padrino no se bautiza y optamos directamente por el voltaje de los enchufes.
Se han dado dos casos en la Guardia Civil y en la RTVE. Miles de personas afectadas. Nada nuevo bajo el sol. Para un andaluz de ley, el espectáculo que dio la primera Junta de Andalucía, desde Rafael Escuredo en adelante, fue dantesco para los crédulos. Miles de empleados públicos fueron contratados a dedo y sólo se convocaron oposiciones adecuadamente aliñadas, cuando se trataba de hacer fijos para siempre a los amigos colocados interina o temporalmente.
Y luego llegó el PP al gobierno y los dejó igual que estaban, esto es, colocados sin méritos, sin capacidad y sin vergüenza. Precisamente fue Canal Sur, el ente audiovisual público (es decir, de los partidos) andaluz. Se hicieron perrerías. Por ejemplo, su primer director, Salvador Domínguez, se negó a publicar en el Boletín Oficial de la Junta de Andalucía (BOJA) y en ningún otro medio de comunicación las fechas de las pruebas o las listas de admitidos. Incluso, oigan, se hizo a sí mismo, sin cualificación para ello, presidente del tribunal examinador que lo componían miembros que habían sido nombrados a dedo por él. Maná para los crédulos.
Pero tras la semana de mentiras ciertas que nos han dado los herederos del PRI del grupo de Puebla, he decidido advertir a mis hermanos, los crédulos del mundo, de que vamos a creer muchas más cosas. Ocurrió en los primeros días de julio en el parlamento de Chile. Uno de estos partiditos de la neoizquierda tarumba defendió –Zubiri hubiera muerto del susto– que los peces son seres sintientes, que son individuos con personalidad, con inteligencia, con sensibilidad, con derechos, pues, y con aptitudes hasta para jugar al fútbol. Que sí. Florentino, a pescar.
Recuerden que en España ya vivimos aquellos momentos memorables de unas veganas que separaron gallos y gallinas porque los primeros "violaban" a las segundas, a las que devolvían los huevos porque eran "suyos". O sea, que a los crédulos españoles no nos falta de ná. Pero el caso de los peces es inquietante no por su gravedad sino por su cantidad.
Como decía Facundo Cabral, en su espectáculo con Alberto Cortez, el problema no son los pendejos (o boludos, la versión argentina de los tontos y crédulos). El problema de verdad es que somos muchos y que somos perfectos para que los mentirosos auténticos obren el milagro de los peces sintientes y los dejen votar –son sujetos libres—, en las próximas elecciones. Hay que hacer algo. Credulitas. Asociación de Crédulos de España, como mínimo.