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Alberto Garzón, Lenin y Hernán Cortés

Se supone que un marxista debería creer que la razón del subdesarrollo capitalista en la América española obedece al imperialismo anglosajón.

Se supone que un marxista debería creer que la razón del subdesarrollo capitalista en la América española obedece al imperialismo anglosajón.
Alberto Garzón. | EFE

De muy antiguo resulta sabido que, en política, el patrioterismo nacionalista constituye el último refugio de todos los canallas. Y es que no existe otra manera más eficaz de desviar la atención popular de la incompetencia propia que redirigirla, mitologías chauvinistas mediante, hacía un enemigo exterior que ejerza de pararrayos del malestar colectivo. En Argentina, por ejemplo, el sonajero de las Malvinas, dos islas remotas en las que jamás en toda la historia de la humanidad vivió ciudadano argentino alguno, ha resultado muy útil para ocultar los fracasos de los gobiernos de turno, ya fueran civiles o militares.

Y en México ocurre lo mismo con el cuento de los aztecas y el terrible genocidio de decenas de millones de indígenas que fueron capaces de llevar a cabo apenas trescientos soldados españoles con la ayuda de unas docenas de viejos arcabuces oxidados. Si bien en la muy estúpida polémica impostada que acaba de fabricar esa judía descendiente de indígenas precolombinos, Sheinbaum, lo más estúpido de todo ha sido la reacción de cierta izquierda española. Así el exministro Alberto Garzón, por ejemplo, quien acaba de señalar a España como responsable principal y acaso única del subdesarrollo económico de los países de América Latina. Sentencia que no deja de resultar de lo más estupefaciente viniendo de alguien que asegura ser marxista.

Porque se supone que un marxista, por muy poco que haya leído a sus clásicos empezando por Lenin, debería creer que la razón del subdesarrollo capitalista en la América española obedece al imperialismo anglosajón en sus dos variantes. Primero al británico, que convirtió en colonias encubiertas a las nuevas repúblicas oligárquicas y criollas cuya separación de España promovió y financió. Y después al norteamericano cuando desplazó a la antigua metrópoli y pasó a ocupar su lugar hegemónico en todo el planeta. Pero ni al camarada que asó la manteca se le hubiera pasado por la cabeza culpar a Hernán Cortés de las miserias estructurales del capitalismo dependiente mexicano. A esos chicos, los Garzones y compañía, Lenin los habría corrido a gorrazos. Por lerdos, más que nada.

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