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Tarde, mal y nunca

El presidente Sánchez y su Gobierno han esperado al último día de plazo, por la noche, para presentar, a la Comisión Europea, un llamado Plan Fiscal Estructural.

El presidente Sánchez y su Gobierno han esperado al último día de plazo, por la noche, para presentar, a la Comisión Europea, un llamado Plan Fiscal Estructural.
El ministro de Economía, Carlos Cuerpo. | EFE

Es el lema que podría presidir la actividad gubernamental del sanchismo, al que se añadiría el de la duda permanente, sobre su proximidad/lejanía a la verdad. Contravenir la verdad se ha hecho tan habitual que, podría decirse, es hoy la regla general, no la excepción.

Tanto el sino del título, como la deriva de faltar a la verdad, son propios de seres que consideran las normas como anécdotas y los compromisos, como debilidades que embargan a quienes los formulan. Por ello, su infracción no debe considerarse un incumplimiento, sino la supresión de una obligación que nunca debió asumirse.

La pregunta, que normalmente queda sin respuesta, se concreta en cuál pueda ser la razón última de tanto incumplimiento. Porque, evidentemente, se trata de un desprecio, visible y hasta ostentoso, distinguiéndose como infractores del orden establecido, en los ámbitos nacional e internacional.

El problema podría radicar en un error de principio acerca de la misión encomendada a quienes así se comportan. Nosotros, los ciudadanos, suponemos que tanto los ministros como el presidente del Gobierno están para servir a la nación y a sus ciudadanos, es decir, son servidores del bien de la comunidad nacional, mientras que éstos, lejos de asumir dicha función, se sienten dueños de ella.

Aunque, sería más correcto decir que se consideran amos, sin tener que responder ante nadie, porque, pese a su sinonimia, aquellos dueños o propietarios acaban rindiendo cuentas a quienes tienen interés en su gestión: socios, partícipes, incluso familiares cercanos.

El amo, contrariamente, tiene una dimensión social en la que predomina el dominio frente a quienes le rodean; y ante esa prelación sobran explicaciones y compromisos por cumplir.

El presidente Sánchez y su Gobierno han esperado al último día de plazo, por la noche, para presentar, a la C.E., un llamado Plan Fiscal Estructural. No de España –pues, no se presentó al Congreso– sino de Sánchez; conjunto de promesas, ya veremos los resultados, pero no unos presupuestos creíbles para 2025 –porque no están sobre la mesa–, como tampoco aquellas medidas comprometidas en el Plan de Recuperación de 2021, para converger a los límites de déficit, deuda y gasto públicos de la U.E.

La Comisión habló siempre de presentación para el día 15, subrayando que su flexibilidad tiene un límite; una llamada de atención que puso al ministro Cuerpo ante los acuerdos de la flexibilidad.

Así, el ministro de Economía, acosado por la falsa flexibilidad, ha prometido a la Comisión, bla, bla, bla… que no incrementará el gasto público –inaceptable para sus coaligados–, en más de un 3% anual, si no hay nuevas subidas impositivas. Para ello, convertirá en permanentes los impuestos temporales sobre banca y eléctricas, acabará con las bonificaciones del IVA, y… algún otro cambio, no detallado por ahora. A esto llama Cuerpo Plan Fiscal Estructural, sustitutivo de una Reforma Fiscal prometida en 2021.

¿Cuesta tanto trabajar bien y a tiempo? ¿O es que el amo renuncia a explicar lo que hace o piensa hacer? ¿Qué proyecto de política económica, y con qué medidas para garantizarlo?

¿O es simple desidia e ineptitud?

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