El diagnóstico de la náuseo-izquierda nacional es certero. Isabel Díaz Ayuso es el obstáculo para que la hegemonía autocrática de la izquierda sea posible. Que a este zurderío cada vez más inquietante por indecente y amoral no le guste nada la democracia liberal no es nada nuevo. Se apunta hipócritamente a ella para disolverla en cuanto le sea posible. El objetivo ahora, en las circunstancias internacionales del momento, es obtener una mayoría continuada en el tiempo que les permita desmontar, ladrillo a ladrillo, el edificio constitucional manteniendo, eso sí, su fachada.
La diferencia esencial entre esta izquierda social-comunista con la antigua es que la guerracivilista del Frente Popular —que incluía a una minoría republicana ciega, PSOE, comunistas y partidos separatistas, como ahora—, habría hecho lo mismo que Franco de haber ganado la guerra. Habría instaurado una dictadura que tal vez hubiera derivado en la república número 16 de la URSS con un Stalin en alza. La diferencia es que, ahora y por ahora, se conforman con permanecer en el Gobierno los años necesarios para que la destrucción moral y política de la democracia constitucional parezca legal. Estamos en Europa, oigan, y formas son amores.
El ejemplo pionero de esta estrategia fueron los 36 años de gobierno prolongado que consiguieron en Andalucía, el mismo tiempo que duró la dictadura de Franco. Desde que el PSOE ocupó la presidencia de la Junta de Andalucía, antes de constituirse oficialmente, los abusos de legalidad, cuando no el más absoluto desprecio por la misma, fueron constantes. Desde la contratación a dedo de la cúpula de la futura administración hasta el control de las Cajas de Ahorro, las adjudicaciones y las subvenciones; desde el nombramiento de los cargos máximos del poder judicial e institucional en la región a la ocupación de la Radio Televisión Andaluza (Canal Sur) y así sucesivamente. 36 años lograron permanecer en el poder y salieron de él por una carambola inesperada, la unión de PP, Ciudadanos y Vox.
Pero desde Andalucía no se podía desmontar toda la estructura de la democracia constitucional. Para conseguirlo era preciso obtener la presidencia del Gobierno, algo que el hoy desenmascarado Zapatero obtuvo tras un oportunísimo atentado terrorista, aún no aclarado, que asesinó a 192 ciudadanos e hirió a 2.000. Empezó la tarea haciendo algo que Felipe González pudo[i], pero no quiso hacer en 1996: pactar con nacionalistas catalanes, vascos y gallegos, "dialogar" con ETA y apoyarse en los comunistas. Sánchez ha consumado este camino conformándose con ser pieza principal de un frente popular de izquierdas, cuyo peso es mucho menor que en 1996.
¿Qué significa Isabel Díaz Ayuso para este nuevo frente popular? Es el sostén inexpugnable por ahora de un PP que hubiera sido liquidado de no haber resistido en Madrid. Tras la vergonzosa fuga de Rajoy, que dejó el campo libre a un Sánchez sin escrúpulos, el PP de Madrid, herencia de la liberal Esperanza Aguirre sobre todo, plantó cara sin complejos al nuevo PSOE frentista y a su gestión de la pandemia, de las políticas de género, de los fondos europeos, de la educación, de sus cesiones al separatismo y a ETA, de sus corruptelas y sus irregularidades. Incluso plantó cara a la tenebrosa operación Casado.
El análisis político del sanchismo, certero como pocos, ha comprendido que, en el caso de que Isabel Díaz Ayuso accediera a dirigir la política nacional del PP, sus resultados de Madrid podrían extrapolarse al resto de España. Esta mujer, otro rasgo que molesta, podría unificar en torno a sí los discursos de PP, Vox y los restos de partidos como UPyD, Ciudadanos y muchos apoyos en las redes sociales. Dicho de otro modo más directo, el frente sanchista ha comprendido que Feijóo sin Ayuso tendría muy difícil llegar a La Moncloa y podría desempeñar el papel de felpuda oposición durante mucho tiempo.
Pero los analistas de la izquierda han comprendido que una Ayuso sin Feijóo sí podría conseguir una unidad esperanzadora y desacomplejada en el centro derecha nacional, aunque por ahora no toque tal liderazgo. Por ello, se aprestan a destruir el peligro político futuro —el único gran peligro para el frente sanchista—, sin importarles los medios utilizados, como son los ataques a la familia, al novio y a lo que sea.
Lo más curioso del caso es cómo desde dentro de las filas del PP, sobre todo en la espesura de su irreformable aparato orgánico y su cinismo moral e ideológico, no se ve con buenos ojos el ascenso de una posición liberal conservadora beligerante y valerosa. No se olvide que el PP andaluz bienvivió 36 años en la oposición a un PSOE hegemónico sin atreverse nunca a plantar cara en serio a su régimen corrupto. Incluso ahora, ya en el Gobierno andaluz, tampoco se atreve a desmontar las estructuras oscuras que han quedado "sembradas" en la Junta de Andalucía aduciendo "moderación" y sentido institucional.
Que con la que está cayendo sobre La Moncloa, sobre todo el Gobierno, sobre sus socios, sobre todos los ciudadanos, que el problema de esta facción sea si Ayuso debería haber ido o no, por razones institucionales, a una entrevista con quien la ha insultado, perseguido, calumniado y vejado, da una idea de cómo hay gente en el PP que prefiere mantenerse servilmente en la oposición antes que plantar cara dignamente a un frente sin escrúpulos. Para ellos, también Ayuso es el obstáculo. Cuando el dedo señala a la luna, el imbécil mira al dedo.
Pues sí, señores, entre unos y otros están logrando lo contrario de lo que persiguen: que Isabel Díaz Ayuso sea considerada, cada vez más, la figura galdosiana que el centro derecha necesita para que la España de la Transición y la Constitución no sea destruida por sus enemigos, a izquierda y a derecha. Al tiempo.
[i] El PP obtuvo 156 escaños y el PSOE 141, pero si González hubiera hecho lo que ha hecho Sánchez habría obtenido una holgada mayoría absoluta de 189 escaños sumando con IU, CiU, PNV, HB, BNG, EA y ERC.