Por mucho que la sociedad actual tienda a creer que todo se puede controlar y todo se puede saber con antelación, lo cierto es que un fenómeno meteorológico como la gota fría que ha asolado una parte de España –y singularmente la provincia de Valencia– es en buena medida impredecible: se sabe que probablemente lloverá y que seguramente será mucho, pero es imposible saber qué cantidades caerán y en qué puntos, las precipitaciones pueden llegar a ser muy locales y suele haber variaciones muy notables en zonas muy cercanas. Además, el resultado puede ser completamente diferente según la orografía del terreno en el que se produzca el chaparrón y que lo haga unos kilómetros más cerca o más lejos puede ser la diferencia entre una anécdota y una tragedia.
Partiendo de esta realidad, que es la realidad, las críticas políticas sobre la previsión para afrontar el desastre suelen ser más que otra cosa demagogia barata y un oportunismo repugnante, que este caso busca sacar tajada de la muerte de muchos españoles, 155 cuando escribimos estas líneas que por desgracia serán muchos más. Pocas actitudes más despreciables.
No puede extrañarnos, por tanto, que eso sea lo que está haciendo nuestra izquierda, con una serie de medias verdades y mentiras completas sobre lo que ha ocurrido en la Comunidad Valenciana y sobre si se podría haber evitado la tragedia que en buena medida era inevitable. El bulo esparcido por el periódico de Ignacio Escolar es buen ejemplo de este comportamiento, tan habitual por desgracia entre aquellos que siempre van dando lecciones de ética periodística y política, cualidades ambas de las que carecen.
Sin embargo, lo que sí se puede evaluar de una forma más precisa es la gestión posterior a la tragedia y la altura moral desde la que se afronte el drama. Y el Gobierno en particular y la izquierda en general están dando de nuevo muestras de su indecencia y absoluta misera ética: primero dicen que no harán declaraciones políticas, luego no dejan de atacar a sus rivales y, finalmente, ni siquiera son capaces de tomar alguna medida para paliar el sufrimiento de la gente.
Así, mientras critican la eliminación de una supuesta unidad de emergencia que no era sino otro chiringuito político, el Ministerio de Defensa no permite que el Ejército colabore todo lo que podría colaborar en la situación; y el de Interior impide hasta que los policías que se presentan voluntarios se desplacen a la zona, en la que de hecho ya está habiendo saqueos de desaprensivos que no dudan en aprovecharse de lo sucedido.
Y esto respecto a la reacción más inmediata, porque todo lo que nos cuenta la experiencia con Sánchez es que en el largo plazo las cosas no irán a mejor: los afectados por la erupción en La Palma advertían que tres años después siguen esperando que llegue la mayor parte de las ayudas prometidas por el propio Pedro Sánchez.
Esa es la realidad de este Gobierno y esta izquierda que han renunciado a lo que siempre hemos entendido por gobernar, es decir: tratar de ayudar a la gente a solucionar sus problemas. Por el contrario, se limitan a la propaganda, a ocupar instituciones y a repartirse sueldos… y lo que no son sueldos, porque además de inútiles son corruptos.
Por desgracia, todo parece indicar que esta DANA será una nueva demostración de esto, por suerte, otras instituciones mejor gestionadas sí podrán ayudar a ciudadanos que realmente necesitan desesperadamente esa ayuda.