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El cambio climático como excusa de la negligencia

Las catástrofes causadas por la gota fría y las riadas en la comunidad valenciana son recurrentes desde los tiempos de los romanos.

No le faltaba razón al izquierdista cantautor valenciano Raimon cuando cantaba aquello de "Al meu país la pluja no sap ploure/ O plou poc o plou massa/si plou poc és la sequera/si plou massa és la catástrofe". Y es que las catástrofes causadas por la gota fría y las riadas en la comunidad valenciana, aunque especialmente devastadoras en el siglo XVI y el siglo XVIII, son recurrentes desde los tiempos de los romanos.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha tenido, sin embargo, la colosal desfachatez de culpar hoy al "cambio climático" —se entiende de origen antropogénico— de la catástrofe en Valencia y utilizarlo de excusa para encubrir tanto su negligencia a la hora de no haber acometido las infraestructuras necesarias para combatir los efectos de los trágicos envites de la naturaleza, así como su dolosa negativa a declarar el estado de alarma y movilizar al ejército desde el primer día. De paso, la cantinela del cambio climático le ha servido para ausentarse del país, acudir a la Cumbre del Clima en Azerbayan, y evitar la sesión de control al Gobierno.

Con respecto a lo primero, cabe recordar que el Plan Hidrológico Nacional, derogado por Zapatero y definitivamente enterrado por Rajoy, ya contemplaba la creación de una presa y diversas actuaciones para evitar las riadas precisamente en las localidades ahora devastadas. Sánchez no sólo no ha recuperado dicho plan sino que se ha caracterizado por la demolición de presas e infraestructuras y hacer oídos sordos a todas las reclamaciones de una solución integral para mitigar el riesgo en las localidades valencianas nuevamente afectadas, tal y como la que desde la Confederación Hidrológica del Júcar se le hizo por última vez en 2021 a la ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera. Eso, por no recordar que dicha ministra tumbó la "adecuación y drenaje" del barranco del Poyo por "problemas ambientales" y una "visión del coste-beneficio".

Como consecuencia de todo ello, la Confederación Hidrológica del Júcar se ha sometido al dictado de la ministra Ribera de la que depende: no sólo ha silenciado sus otrora advertencias de la necesidad de actuaciones e infraestructuras en la zona sino que ha sido ahora absolutamente incompetente a la hora de dar la voz de alarma ante la inminencia de la catástrofe. Hasta tres veces desactivó la alerta de peligro de desbordamientos en el barranco del Poyo, que fue el que provocó la inmensa mayoría de víctimas mortales, y no avisó hasta las 18.43 horas del fatídico martes 29 de octubre.

No es de extrañar, en este sentido, que el PP europeo haya bloqueado el nombramiento de Ribera como vicepresidenta europea. Ella no sólo es la máxima responsable de la inacción de la Confederación sino que es una vergüenza que no haya dado a estas alturas ninguna explicación en el Congreso.

Salga o no más adelante su nombramiento, lo que es una vergüenza es que Sánchez y Ribera tengan la "desmemoria climática" y la desfachatez de recurrir al cambio climático para impedir que la acción del hombre tenga como objetivo domeñar a la naturaleza y evitar sus catastróficos envites. En eso consiste el progreso y la civilización y no en el arcaico, empobrecedor y mal entendido ecologismo que pretende que la naturaleza campe a sus anchas.

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