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Pedro de Tena

En manos de desalmados

Hay que estar y ser muy desalmado para culpar a otros de la propia irresponsabilidad y confundir a las víctimas con la mentira de que "el Estado somos todos".

Hay que estar y ser muy desalmado para culpar a otros de la propia irresponsabilidad y confundir a las víctimas con la mentira de que "el Estado somos todos".
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. | Europa Press

Cuando el otro día se atrevió el presidente de este nefasto Gobierno, Pedro Sánchez Pérez-Castejón, el marido de la imputada Begoña con la que cenó en la India el día de la tragedia mayor sin escándalo de nadie, a decir que "el Estado somos todos" y que había que salir a los balcones a aplaudir a los voluntarios que han ido a ayudar a los pueblos destrozados por la DANA de Valencia, comprendí que estamos en manos de un desalmado total.

Contaba Trotsky el ejemplo de un niño soviético que cuando fue al Zoo de Moscú preguntó que de quién era el elefante. Le dijeron que "del Estado" y el chaval pensó que, por ello, sería también un poco suyo. Pero que al ver que los colmillos iban para los privilegiados, los jamones para algunos afortunados, y que "la mayoría tendría que contentarse con las tripas y las sobras", ese niño y los demás perjudicados se sentirían poco inclinados a confundir su propiedad con la del Estado.

Que nos diga el tipo que está ocupando el Estado, desde el Banco de España al Tribunal Constitucional, desde la Fiscalía General a los nadie sabe cuántos fondos europeos, desde la Administración General a nuestros confiscatorios impuestos, que "el Estado somos todos" es el máximo exponente de la caradura, que es uno de los rasgos psicóticos de un desalmado que, como saben, significa sin alma, quien hace daño voluntaria e insensiblemente a otros.

Cuando dijo tal cosa, ahí están las imágenes que lo demuestran, sus manos señalaron a su propio pecho. En la tertulia de Federico del martes se interpretó tal lenguaje corporal como señal de que en realidad lo que estaba diciendo es "El Estado soy yo" y el que quiera algo del Estado que me lo pida a mí. Y es que eso fue lo que le dijo al Gobierno autonómico valenciano tras tener cogidos por las partes nobles a toda su cúpula, o lo que es lo mismo, a don Alberto Núñez Feijóo.

Ya se sabe que eso de que "El Estado soy yo" no está de moda, que no mola. Decía Unamuno que "en Francia, cuando Luis XIV decía: "El Estado soy yo", y no se refería a su pobre yo individual, mortal y frágil ―¡y tan frágil!―, sino que quería decir que es Estado era la nación francesa, una y radical". Pero no. El Estado propiedad personal fue el del jacobino Robespierre que decidía cuantos miles de compatriotas debían ser o no guillotinados por no ser tan "virtuosos" como él y la izquierda que representaba.

Si se va a lo esencial se comprende claramente que la izquierda surgida de aquella Revolución y fundamentada luego por el marxismo siempre se ha sentido unida a aquella fórmula absolutista de un poder único del Estado sobre la nación real para imponer por la fuerza su visión del mundo sobre todos los recursos, sobre todos los ciudadanos y sobre todos los comportamientos. Todos ellos son el Estado, no todos los demás.

Desde el comienzo, todo socialismo derivado del marxismo ha desacreditado a la única democracia realmente existente por insuficiente que sea, que es la liberal, acusándola de "burguesa", de "formal", de defensora de los derechos humanos de los individuos egoístas en vez de defender los derechos de los ciudadanos para los que el único derecho posible es de inclinarse ante la supremacía total de un Estado tiránico y sin control.

Está claro que esto es lo que quiere, doctrinalmente (si es que ha leído algo) y efectivamente Pedro Sánchez, un Estado sin más control que el del partido (o coalición temporal si no hay más remedio y por ahora) que encarna "el progreso", "el futuro", "la felicidad general", "el bienestar de la ciudadanía" o como se quiera llamar a ese cielo laico y terrenal que deviene en infierno porque sólo es posible por la dictadura. Sólo ese partido (o coalición) tiene legitimidad y uno de sus deberes es la aniquilación de toda oposición, cosa que ni el PP ni Vox parecen comprender, con lo fácil que es.

Decir que "el Estado somos todos" cuando se han acaparado impropiamente casi todos los medios, cuando se han negado los socorros necesarios, cuando se ha dejado pasar el tiempo sin diligencia alguna, cuando se ha salido pitando a la primera dificultad ante dos centenares largos de cadáveres o cuando se ha eludido dar una explicación veraz de lo ocurrido en una calamidad como la Valencia y otras zonas de España, es lo propio de un mentiroso sin complejos, otro rasgo del desalmado total.

Volvamos al niño de Trotsky y a su elefante y preguntemos a los vecinos de Paiporta y a los de más de 80 municipios valencianos afectados por la catástrofe, a los andaluces y a los castellanos-manchegos dañados, si han sentido que "el Estado son también ellos". Hay que estar y ser muy desalmado para culpar a otros de la propia irresponsabilidad y confundir a las víctimas con la mentira de que "el Estado somos todos".

No, señor Sánchez, el Estado es usted y la oligarquía de partidos que lo ocupan, con éxito notable, desde hace años sin oposición alguna por parte de quienes deberían combatir tan desalmada falsificación de la democracia. Los demás, eso sí, lo pagamos todo. Que Teresa Ribera, una de las responsables políticas del desastre de la DANA con Sánchez, Marlaska y Robles, pueda ser nombrada vicepresidenta ejecutiva en Europa, y comisaria de la Competencia y Transición Verde, será la prueba del nueve de que estamos en manos de desalmados. Y lo pagaremos, cómo no, bien caro.

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