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Indecente, intolerable, insoportable

Esta situación es insoportable para unas instituciones democráticas que están, sin ninguna duda, ante la encrucijada más delicada de su historia.

Pedro Sánchez se ha tomado casi a risa la declaración de Víctor de Aldama en la Audiencia Nacional, en la que el comisionista ha señalado con todo lujo de detalles al propio presidente del Gobierno, algunas de sus vicepresidentas, varios de sus ministros o exministros, a su mujer y a miembros destacados del Ejecutivo.

El todavía inquilino de Moncloa se ha limitado a decir que lo que diga un presunto delincuente no le merece ningún crédito y que se trata de un conjunto de mentiras que son sólo una estrategia de defensa.

Es cierto que Aldama es un presunto delincuente, es más: él mismo ha confesado este jueves su papel en una larga serie de delitos… en los que era necesaria la participación de personas del Gobierno o del PSOE. Además, no se trata de unas declaraciones nuevas que lleguen por sorpresa en un vacío en el que no hubiéramos sabido nada antes. Por el contrario, Aldama no sólo ha ofrecido un relato absolutamente coherente en sí mismo, sino que todo lo que ha dicho concuerda perfectamente con las investigaciones periodísticas que se han desarrollado hasta ahora y, sobre todo, con los informes policiales que se han aportado ya a la investigación.

Por otro lado, más allá de los hechos concretos que ha denunciado Aldama en sede judicial –no olvidemos que todo esto lo ha dicho ante el juez, no en una entrevista en un periódico o una televisión– hay una verdad innegable: el comisionista estaba allí y ha visto en primera persona o directamente ha hecho todo lo que ha declarado haber visto o hecho. No habla de oídas.

Y si se trata de confrontar credibilidades, desde luego cualquiera, incluso un presunto delincuente como Víctor de Aldama, resulta más creíble que un Gobierno del que formaba parte otro presunto delincuente –Ábalos–, que según el Tribunal Supremo tenía en su seno una organización criminal y, sobre todo, que ya ha sido pillado en numerosas mentiras en este mismo asunto, por ejemplo en torno a la visita de la venezolana Delcy Rodríguez, que ha sido un espectáculo interminable de trolas a todos los niveles.

Hay una última nota al margen que no podemos dejar de comentar: resulta que este presunto delincuente sin ninguna credibilidad estaba metido en tratos con una buena parte del Gobierno, con medio PSOE y con la mismísima Begoña Gómez, que se ve ahora más urgida que nunca a explicar sus relaciones con los que según su marido son auténticos malhechores.

En resumidas cuentas, si el Gobierno o el propio Pedro Sánchez creen que lo sucedido este jueves en la Audiencia Nacional se puede despachar con unas declaraciones de unos segundos a los medios y limitándose a decir que Aldama no tiene ninguna credibilidad, se equivocan. Si su situación ya era políticamente impresentable ahora se convierte en moralmente insostenible. Jamás en la historia de nuestro país habíamos visto a todo un Gobierno señalado por corrupción en sede judicial y, además, ofreciendo un relato que, como hemos dicho, es coherente con lo que de una u otra forma se sabía o se sospechaba hasta la fecha.

En cualquier país de la Unión Europea ningún Gobierno habría sobrevivido a que la mujer y el hermano del presidente estuviesen imputados en sendas causas de corrupción. Pero, de haberlo hecho, una declaración como la de este jueves lo habría hecho estallar en mil pedazos. En España, que hace tiempo que dejó de ser un país homologable con la mayor parte de las democracias occidentales, no es probable que ocurra nada distinto al atrincheramiento en el poder y la degradación institucional que hemos visto hasta ahora.

Pero eso no cambia el hecho de que, con la declaración de Aldama, estamos ante un salto cualitativo: ahora, a todo lo que habían destapado las investigaciones periodísticas o policiales se une la confesión, tan coherente como demoledora, de uno de los principales protagonistas de los hechos. Serán los tribunales los que decidan las responsabilidades penales que se deriven de todo esto, políticamente no es necesario más para dictaminar que estamos ante un Gobierno indecente que se ha encamado con delincuentes, que es intolerable que siga aferrándose al poder sin siquiera dar explicaciones y que esta situación es insoportable para unas instituciones democráticas que están, sin ninguna duda, ante la encrucijada más delicada de su historia.

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