En 2018, Pedro Sánchez nos dijo que los golpistas catalanes cumplirían íntegramente sus penas, que habían cometido un claro delito de sedición. Antes había dicho, en numerosas ocasiones, que le daba "vergüenza" que unos políticos indultaran a otros; que con él nunca más habría indultos por motivos políticos. En el debate de la campaña electoral de 2019, se comprometió a traer a Puigdemont de vuelta a España y que "rinda cuentas ante la justicia". En 2021, Sánchez indultó a los golpistas catalanes por "razones de utilidad pública", es decir, la necesidad de los votos de los secesionistas en el Congreso para permanecer en el poder. Y en 2022 reformó el Código Penal para eliminar la sedición y reformar el de malversación para que los golpistas, Puigdemont incluido, viesen sus condenas reducidas.
Con Bildu no vamos a pactar, con Bildu no pactaremos nada. No dormiría por la noche con Podemos en el Gobierno. No permitiré que la gobernabilidad de España descanse en partidos independentistas. El inexistente comité de expertos de la pandemia. Y, sobre todo, la mayor de la mentiras por las gravísimas consecuencias: que nunca apoyaría una amnistía que rompía el Estado de derecho y la Constitución para luego convertirla en casi su único proyecto legislativo aprobado durante esta legislatura.
La lista con las mentiras de Pedro Sánchez podría continuar hasta convertirse en un libro; de hecho, me sorprendería que no se haya publicado ya alguno y que no esté ya completamente obsoleto. Pero creo que basta esta pequeña muestra para analizar la credibilidad respectiva de Víctor de Aldama y Pedro Sánchez: el primero puede tener incentivos para tirar de la manta y rebajar así un poco su condena, pero no tiene ninguno para mentir. Pedro Sánchez no ha hecho otra cosa que mentir desde que los españoles tenemos conocimiento de su existencia, sobre todo y durante toda su carrera. ¿Cómo no va a hacerlo una vez más para intentar que no lo metan en la cárcel?
El relato de Aldama puede ser cierto, falso o tener verdades, mentiras y medias verdades repartidas en distintas proporciones. Sólo los implicados lo saben con certeza. Pero para un gran porcentaje de la opinión pública, lo que ha contado el imputado suena a verdad. A algunos de ellos les da igual porque votarían PSOE aunque se demostrará que Sánchez es el mismísimo Belcebú y se dedica en sus ratos libres a ejercer de Dexter. Pero para todos, a uno y otro lado del espectro político, Aldama simplemente suena más creíble que el presidente del Gobierno. Tanto que el equipo de opinión sincronizada, siempre tan eficaz en su puesta a punto, ha gripado hasta que ha dado con la consigna de que el chico para todo favorito del PSOE es el nuevo "Pequeño Nicolás".
Para concretar qué creo realmente, muchas veces hago el juego de imaginar que alguien me pone contra la pared y me obliga a responder a una pregunta concreta, sabiendo que si fallo me disparará. La última vez que hice el ejercicio predije que ganaría Trump. Quizá mañana todo cambie, pero la realidad es que hoy no tenemos constancia de que Aldama nos haya mentido, pero sabemos que Sánchez no ha hecho otra cosa que mentirnos. ¿A quién creer? Votante de izquierdas, progresista de tronío, si alguien que sabe la verdad te hiciera esa pregunta y te amenazara con matarte si fallas la respuesta, ¿qué contestarías?
Creo que todos sabemos la respuesta.