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José García Domínguez

Elogio de Giorgia Meloni

¿Por qué hablo de Italia? Pues porque en España ocurre exactamente lo mismo. La suya y la nuestra son realidades calcadas.

¿Por qué hablo de Italia? Pues porque en España ocurre exactamente lo mismo. La suya y la nuestra son realidades calcadas.
Giorgia Meloni. | EFE

Pese a venir de la extrema derecha, Giorgia Meloni es una mujer que tiene cerebro. De Mateo Salvini, uno de sus socios de Gobierno, acaso resultaría demasiado aventurado sostener lo mismo; no obstante, Salvini siempre sabe compensar sus manifiestas limitaciones personales con un muy desarrollado instinto de supervivencia. De ahí que en el país hoy más políticamente estable de la eurozona, Italia por más señas, haya sido factible, y sin mayores estridencias ni excesivo rasgar de vestiduras, un Ejecutivo en el que conviven los mismos populistas de derechas que hasta hace justo cinco minutos defendían la independencia de la Padania para que los milaneses que madrugan pudiesen secesionarse de Roma la ladrona, por un lado.

Y por otro, los nacionalistas italianos también de derechas, ahora dispuestos a cuestionar los grandes consensos políticos transversales que dieron lugar al Estado del Bienestar después de la guerra. Lo de Italia, para entendernos, es una alianza entre el Dinero con mayúsculas, los del Ibex de allí, y esa clase media cada vez más menguante y cada vez más irritada, porque encarna al grupo que sufraga, casi en solitario, un gasto estatal del que no obtiene retornos mínimamente aceptables y de calidad en términos de servicios públicos.

Hablamos de esa mayoría ya no tan silenciosa como solía, la misma que no puede llevar a sus hijos a las escuelas públicas, que están como están, o que por lo mismo se ve forzada a contratar seguros privados de salud y pagar dos veces por lo mismo. ¿Por qué hablo de Italia? Pues porque en España ocurre exactamente lo mismo. La suya y la nuestra son realidades calcadas, absolutamente simétricas, casi intercambiables en términos de malestar social. El padano Salvini —decíamos— es limitado, pero no es Puigdemont. La derecha catalana, que resulta ser tan de derechas como la del resto del país, posee un patriarca inteligente pero senil, Pujol, y un líder político carente de una triste neurona en la cabeza, el Payés Errante. He ahí el impagable seguro de vida de esa engolada nada que nadea, la que responde por Pedro Sánchez.

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