
Al paso que vamos, Puigdemont va a regresar a España en volandas de Feijóo. La trampa es muy burda, pero se han escrito decenas de informaciones, artículos y editoriales que constatan que el líder del PP no sólo ha caído en ella sino que se encuentra a gusto en la encerrona. El propósito del sanchismo y sus medios es legitimar a un golpista prófugo de la Justicia a través del reconocimiento que Núñez Feijóo le dispensa. Y se ha conseguido. La dirección popular está absolutamente convencida de que sin Junts no hay Moncloa, creencia cuya única consecuencia sólo puede ser alargar la permanencia de Pedro Sánchez en el complejo presidencial. Un desastre.
Puigdemont es un problema de Pedro Sánchez y del PSOE. Suya es una ley de amnistía que dinamita la separación de poderes, la legalidad constitucional y la igualdad entre españoles. Suya y de Salvador Illa es también una financiación "singular" para Cataluña que al igual que la deuda autonómica son facturas cuyo coste pagan los españoles con impuestos cada vez más abusivos. Hablar con Puigdemont y de Puigdemont porque se ha coincidido en un par de votaciones sobre los intereses de las energéticas es un error mayúsculo que no sólo perjudica a los líderes del PP, sino que deja huérfanos a sus electores. Y no es la primera vez que pasa.
En el PP justifican la maniobra como una señal de pragmatismo de Feijóo, cualidad que recibe grandes elogios. Sobre todo en esa siniestra Cataluña de los círculos caninos. Es ahí, en el Círculo de Economía y en el congreso de la UGT donde el líder gallego no se da cuenta de que se ríen de él. Y si se da cuenta no hace nada porque la estrategia del PP en Cataluña es pasar desapercibidos. Tanto pragmatismo y tanta aparente familiaridad con las élites catalanas (una auténtica mafia) son algunos de los elementos que precipitaron el final de Rajoy y el acceso al poder del presidente más funesto de nuestra historia.
Ese pasar desapercibidos en Cataluña no es gratis. Dejar en manos de Junts todo el espectro conservador reduce las opciones de Feijóo para llegar a la Moncloa de forma dramática. Se dice que Junts está virando hacia su pasado, Convergencia, como si el partido de Pujol fuera un buen ejemplo para algo. Pero Junts es peor que Convergencia, una versión cutre con tan solo 5.000 afiliados según sus propios datos. Y de esa gente con la que el PP subraya algunas coincidencias puntuales, depende el presente de todos los ciudadanos de España. Avalar eso no es lo que se espera del jefe de la oposición.
