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Andalucía

Víctor Hernández Bru

El 'colmillo' y desmantelamiento del 'chiringuitismo': los retos pendientes del PP en Andalucía

El PP siempre suele encontrar problemas cuando tiene la oportunidad de llevar a cabo las políticas que le reclama su electorado.

El PP siempre suele encontrar problemas cuando tiene la oportunidad de llevar a cabo las políticas que le reclama su electorado.
Juanma Moreno Bonilla. | EP

El Partido Popular está fuerte en Andalucía. En apenas un par de legislaturas ha pasado de romper 38 años de hegemonía socialista y gobernar aguantando socios a derecha e izquierda a disfrutar de una holgada mayoría absoluta que, visto lo visto en la acera de enfrente, no sería de extrañar que incluso pudiera ampliar en la próxima cita, especialmente dado qu el PSOE se empecina en enviar al matadero a una enemiga del desarrollo andaluz como la ‘torturadora fiscal’ MJ Montero.

Sin embargo, las políticas son, o al menos deberían ser, algo más que una búsqueda de votos, de mayorías absolutas y de holguras gubernativas con la que vivir tranquilos durante cuatro años. Y en eso, el PP siempre suele encontrar problemas, cuando tiene la oportunidad de llevar a cabo las políticas que le reclama su electorado, a las que, como es lógico, no puede ser completamente fiel cuando ha de compartir gobierno, por aquello de que coaligarse es ceder.

Y no diré que los populares no hayan transformado Andalucía, que lo han hecho en buena parte de sus ámbitos, la mayoría. Pero es que, tras el mandato de un aterrizaje suave que las urnas le trasladaron cuando le obligaron a pactar con Vox y gobernar con Ciudadanos, ahora el PP tiene no sólo la oportunidad sino el encargo ciudadanos de gobernar conforme a sus ideas y no sólo en la mayoría de las materias, sino en todas.

Ya le ocurrió, a nivel nacional, a Mariano Rajoy, que fue incapaz de revertir la gran mayoría de las políticas del infame e infausto Zapatero, incluyendo material legal tan inconstitucional como la Ley Integral de Violencia de Género o tan burdamente manipulador como la de la Memoria Histórica. Esto ya lo dibujó a la perfección Federico, tanto a la hora de denominarlo ‘maricomplejinismo’ como en el momento de encontrar la génesis del problema en aquella filosofía desarrollada por Pedro Arriola a partir de la descabellada y absurda idea de que España es de izquierdas y que la derecha sólo puede gobernar si no hace mucho ruido con sus ideas.

En Andalucía, amén de la implantación de políticas económicas liberales y que favorecen el desarrollo económico, el electorado popular echa en falta una mayor profundidad en el desmantelamiento del ‘chiringuitismo’ socialista, implantado con la fortaleza que proporcionan 38 años de ‘totalitarismo democrático’.

Son muchos los votantes del PP que siguen aspirando a que Canal Sur, el gran órgano de manipulación electoral del PSOE en su momento, pase a ser un medio con cierta imparcialidad (dentro de lo complicado que eso es en un medio en general y en uno público en particular), que desaparezcan los cónclaves y comités internos que siguen gobernados por la izquierda dentro del ente público; que se desmantele el Consejo Audiovisual de Andalucía, órgano dedicado en cuerpo y alma a hostigar a los medios ‘no progresistas’, como corresponde a un ‘chiringuito’ en el que sigue mandando la izquierda; que se desmantele el Instituto Andaluz de la Mujer, órgano que está detrás de una gran cantidad de denuncias falsas contra hombres y que da de comer a gran cantidad de apesebrados cuyo único fin en la vida es intentar que no gobierne nunca la derecha; que se deje de ser complaciente, cuanto menos, con los sindicatos que comparten dicho objetivo vital; en definitiva, que se trabaje en conformar una estructura de cierto poder e influencia, aunque ni siquiera se aspire a emular de lejos a la desarrollada por el PSOE.

Y luego está el ‘colmillo’, esa capacidad tan socialista de convertir un botijo en un aliado electoral, de pactar hasta con el mismísimo diablo, de camelar a cualquier formación con todo tipo de promesas que luego se cumplen o no. Jaén ha sido el penúltimo ejemplo de la pésima habilidad del PP a la hora de mantener un pacto, no sé si por falta de empatía, de picardía o simplemente de ‘oficio’ político. Desde luego que no me gustaría en absoluto que los populares terminaran convertidos en camaleones políticos que pactan sin miramientos con pro-etarras, indepes, golpistas o sediciosos, pero sí que fueran capaces de inyectarse en vena el posibilismo, la inteligencia práctica necesaria para que sus aliados no huyan a entregarse en las manos del enemigo, como ha ocurrido en la capital del Santo Reino o como dicen que puede pasar también en Cádiz.

Seguramente, la superación de estas dos carencias, la falta de confianza en sus propias ideas a la hora de llevarlas a cabo sin complejos y el ‘colmillo’ para acercar a otros partidos sin que salgan corriendo, son los dos grandes retos del PP andaluz para convertirse en un partido redondo aunque, bien pensado, seguramente quepa extrapolarlos al PP en general.

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