Resulta grotesco escuchar a Pedro Sánchez acusar a sus adversarios de mentir y propagar bulos tratándose del presidente del Gobierno que más veces ha engañado a todos los ciudadanos, especialmente en sus tratos con los partidos secesionistas y en el asalto inmoral de las principales instituciones del Estado. Pero como los grandes hipócritas que en ocasiones produce la política, las mentiras de Sánchez son el elemento indispensable para alimentar su permanente huida hacia delante y tratar de mantener el tinglado de un poder cada vez más precario.
El objetivo de la izquierda española es desde hace años la Comunidad de Madrid, plaza fuerte del Partido Popular y ejemplo palmario de la impotencia de los socialistas en una región que se niega a someterse a sus ideas fracasadas. Con Isabel Díaz Ayuso al frente, y muy especialmente tras arrasar en las elecciones autonómicas de 2023, la izquierda ha perdido definitivamente cualquier sentido de la medida y, con el Gobierno al frente, trata de destruir a la política que más daño ha hecho con su acción de Gobierno al sanchismo, trasunto degradado del socialismo de siempre.
El 15 Congreso Regional del PSOE de Madrid, orquestado para entronizar al ministro Óscar López como la enésima alternativa de los socialistas para alcanzar la presidencia de la Comunidad, se convirtió este pasado fin de semana en un vertedero de odio contra Isabel Díaz Ayuso en el que Sánchez y sus palafreneros compitieron por caer más bajo en sus ataques a la presidenta madrileña. Ante un auditorio de sanchistas alucinados, el presidente del Gobierno aludió a una suerte de conspiración terráquea de ultraderechistas, en la que Díaz Ayuso ejercería un papel destacado junto con Trump, Milei y Elon Musk. La proyección de un vídeo con imágenes de marchas nazis, en referencia a la presidenta madrileña, fue el colofón de un montaje, no por ridículo, menos denunciable.
El flamante candidato a estrellarse en las próximas elecciones autonómicas con las listas del PSOE, por su parte, alimentó la espiral conspiranoica de su jefe, asegurando que "la internacional ultra tiene sede en Madrid". Todo ello entre el aplauso de la concurrencia, convencida a su vez de que los socialistas madrileños no fracasan en las elecciones por sus ideas nocivas y la estolidez de sus candidatos, sino por esa suerte de conjura planetaria para evitar que el PSOE gane, por fin, en Madrid.
Resulta inaudito que el presidente del Gobierno alimente el odio contra la presidenta de la primera comunidad autónoma de España, a despecho de la cortesía institucional que debería presidir las relaciones del Ejecutivo con las autoridades autonómicas y locales. Pero Sánchez hace ya tiempo que sobrepasó todos los límites democráticos, para convertirse en un hooligan pendenciero contra todo el que le hace sombra desde las instituciones. A Isabel Díaz Ayuso le cabe el honor de provocar en la zarrapastrosa izquierda sanchista ese aborrecimiento desaforado, lo que no quita para que denuncie, como hizo ayer, esa campaña continua de agresiones intolerables del sanchismo, que no vacila en utilizar para sus fines perversos toda la maquinaria del Estado.