
Supongo que, si hiciéramos una encuesta, sobre el título de hoy, con vistas a los posibles resultados en unas elecciones generales, habría una mayoría que se pronunciaría en sentido negativo; y no le faltaría razón.
Al fin y a la postre, la ideología requiere ideas, mientras que el relativismo viene a rechazar la evidencia del conocimiento, de las ideas vividas, haciéndolo depender de la voluntad del sujeto.
Dicho esto, deberíamos preguntarnos si el peligro de relativismo es ajeno a los actores políticos y, sobre todo, de aquellos que gobiernan o aspiran gobernar las naciones.
Cuando mi generación, próxima a desparecer, vivía su período de adolescencia y temprana juventud, se alimentaba, tanto por las enseñanzas de los textos, como por los usos sociales, de ideas –valores– que conformarían su ser racional y su dimensión social. En ello predominaba la distinción entre lo verdadero y lo falso.
El momento histórico del cambio lo situaría en el consagrado como "Mayo francés" en el año 1968. Abundantes protestas estudiantiles y sindicales contra el General De Gaulle y contra el sistema capitalista, que se extenderían por Europa y EE.UU.
Aquellas protestas originaron un germen de confrontación popular con el orden –las ideas– establecido, que derivó en nuevos modos, y en el no reconocimiento de principios inamovibles para la vida en sociedad.
Aquello que habíamos considerado verdadero o falso dejaba de serlo, para adoptar un relativismo al modo de "verdadero, según…" o "falso, dependiendo de…". Expresiones que siguen siendo hoy de aplicación política general. En otras palabras, ha caducado la distinción entre verdad y falsedad.
Pero esa caducidad no es gratuita. La sociedad está perturbada al carecer de los referentes de verdad y falsedad. ¿No será esto la base de los referentes extravagantes del momento actual, en Europa y fuera de ella?
El 23 de febrero próximo los ciudadanos alemanes están llamados a las urnas, y su inquietud supera cualquier estado de ánimo anterior en situaciones semejantes. No les falta razón, a la luz de las intenciones de voto.
Según la INSA 11N, ésta ofrece motivos de preocupación, no tanto porque la CDU/CSU vaya en cabeza con un 32,5% de los votos, sino porque la segunda fuerza política sea la AfD, con un 19,5%, sobrepasando al SPD que concluye su mandato con esta elección, quedando en 15,5%.
La reflexión debería centrarse en averiguar qué ha hecho el Canciller Olaf Scholz para semejante vuelco. ¿Ha dejado de cumplir los compromisos? ¿Ha mentido a los alemanes, utilizando el "verdadero, según…" o "falso, dependiendo de…"?
¿Y en España? Aquí, no se habla de verdadero o falso, de verdad o mentira, sino de bulos, y cuando alguna sentencia judicial da crédito al bulo, se le tilda como lawfare; es decir, corrupción judicial. Según se dice, el presidente Sánchez ha comentado a sus allegados que no es momento para elecciones; sus razones tendrá.
Como dice el viejo refrán: "Cuando las barbas de tu vecino veas pelar, pon las tuyas a remojar" [Hernán Núñez de Toledo y Guzmán «Refranes de la lengua castellana», Salamanca 1555].
¿Acaso, poder y verdad son incompatibles?