
No parece Guardiola el típico hombre que se rinda. No parece excesivamente desesperado pero sí ofrece en su rictus una preocupación que le debe llevar a reflexionar. Pep sabe que este City no funciona y que no lo hace, en parte, por su culpa. Porque no ha sabido transmitir a sus jugadores lo que quiere. Y es que se encuentra Pep como nunca ha estado. Deprimido, sin soluciones y habiendo perdido trece partidos de los 40 que ha disputado este año. Lo que nunca había sentido en sus carnes.
Es verdad que no será el único culpable. Se reparte el mal año del City entre jugadores, despachos y, por supuesto, Guardiola. Teme el catalán que no sepa llegar a las mentes de sus futbolistas. Me decía un día un jugador de Primera División que tres o cuatro años viendo la cara al mismo entrenador cansa. Hay excepciones sonadas en la historia reciente de este deporte. Técnicos que perduran en el cargo mucho tiempo y que, sin embargo, ven como su mensaje sigue atrayendo al futbolista. Pero es cierto que hay ocasiones en las que no parece que esto sea lo mejor. Y en el City de Guardiola empieza a verse claro que el técnico empieza a no transmitir.
No hay nada peor para un obseso del fútbol, como lo es Pep, que no saber llegar, no saber dar con la tecla. No poder influir en el fútbol de su equipo. Eso a Guardiola no le gusta nada. Sabe que se le está yendo de las manos esta obra maestra que un día compuso. Un equipo que ha ganado seis Premier de las últimas siete, que llegó a dos finales de Copa de Europa, ganando una y perdiendo otra. Que ganó varias Copas inglesas, Copas de la Liga, y Supercopas y que enamoró al mundo con su fútbol. Un día eso llegó a colmar la vida de Guardiola y ahora se la quita al no saber cómo hacer frente a la crisis.
Quizá sea el físico, las malas decisiones en cuanto a fichajes y eso que el City cuenta con dinero ilimitado para hacer y deshacer. No siempre el que más gasta, acierta. Parece que eso es lo que le ha pasado al equipo citizen. Eso y unos intangibles imposibles de ver en el mundo del fútbol. Este deporte también tiene parte de suerte, de azar. Guardiola no da con la clave y en su cabeza explotan ideas varias. Cómo ser más fuerte, cómo tener equilibrio, cómo hacer transiciones lógicas y seguras, cómo no perder el balón y exponerte. A todas esas preguntas, no le encuentra respuestas un tipo que casi siempre las tiene para todo.
Es por eso por lo que este pasado miércoles, Guardiola le dijo a Ricardo Sierra en Movistar Plus que tiene ganas de seguir, que no se plantea marcharse. No está en sus planes abandonar el barco. Sí lo está cambiar cosas, asumir que quizá el ciclo está terminado y que hay que empezar de cero. Hay que echar todo, o casi todo, abajo para volver a construir.
Quizá la cosa empiece por la recuperación de Rodri, listo ya para el comienzo del nuevo año, remodelar la defensa, algo inestable este año, manejar mejor las posibles soluciones a la falta del mediocentro español, actual Balón de oro. Quizá el fichaje de Nico va por ahí, el acomodar a Gundogan y Bernardo Silva en esa posición y la desaparición paulatina de Kovacic, un tipo que es buen llegador, pero que flaquea como mediocentro puro.
Y quizá el asunto esté en acompañar mejor a Haaland. El fichaje de Marmoush en este mercado y de Savinho el pasado agosto pueden ir en esa línea. Pero habrá más cosas que hacer y eso a Guardiola le gusta. Porque construir desde el vacío no le ha molestado nunca. Reconstruir desde la sensación de que todo se va por la borda.
Esa sensación es la que empezará a valorar en julio. Y un gigante herido es más gigante. Se intuye un Manchester City con ganas de solucionar los problemas. Para un obseso del fútbol, y Pep lo es, esto es lo mejor de un proyecto. Sanear la mente para volver a engancharte a tu deporte. Es bueno siempre pensar en cómo mejorar, limpiar lo malo y sentirte de nuevo entrenador.