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Los heladores de sangre

España lleva tiempo en una sala de frío, pero en el congelador de sangres entró cuando Pedro Sánchez se convirtió en presidente del gobierno.

España lleva tiempo en una sala de frío, pero en el congelador de sangres entró cuando Pedro Sánchez se convirtió en presidente del gobierno.
Pilar Ruiz Albisu, en el centro, en una foto publicada por Carlos Martínez Gorriarán en la red social Twitter. | @cmgorriaran

Ha muerto doña Pilar Ruiz Albisu. No sé de qué - tenía una edad -, pero estoy seguro de que también ha muerto de pena. Para expresar el horror que le produjo descubrir cómo el socialismo español – que fue el partido de su hijo Joseba Pagazaurtundúa, asesinado por ETA en 2003 -, se conjuraba con los asesinos, espetó a uno de sus secuaces que "dirás y harás muchas más cosas que me helarán la sangre, llamando a las cosas por el nombre que no son".

Se escribió en Bizkaitará, a la muerte, en la cama y con la nuca intacta, de Sabino Arana en 1909, que Euzkadi "empezaba a sentir que se adentraba en sus tuétanos el helor de los cadáveres." Pues sí, tras casi mil muertos, decenas de miles de heridos y centenares de miles de exiliados, el alma vasca, y con ella la española, que es la misma mal que le pese a los fanáticos, se sigue helando, enfriada hasta la congelación por los asesinos y sus cómplices nacionalistas, esos "héroes" que traicionaron a la II República en Santoña en 1937. Se lo recordó doña Pilar a Pachi López, precisándole que el que pacta con traidores se convierte en un traidor.

Helar la sangre es una honda expresión de la lengua española que se refiere al terror que produce el mal cuando se le contempla en acción, causando dolor gratuito sin límite. Hasta Cervantes la sangre podía estar fría, incluso helada. Pero lo de helarla a base de crímenes e injusticias tardó más en llegar. Digamos sólo que en La hija del mar, Rosalía de Castro, describe el grito helador de una mujer que veía morir a su hijo: "¡Mi hijo! ¡Mi hijo!... ¡Mi hijo..., mi pobre niño inocente..., el hijo de mis entrañas!".

Pues sí, la sangre española, legendariamente tan caliente, tan apasionada y tan aventurera se ha ido enfriando poco a poco por la acción de los heladores, nuevos pobladores del espacio político, sindical, cultural e incluso religioso. Estos tipos, que tan bien vio sobrevenir doña Pilar, son gente de una calaña tal que no les importa helar la sangre de una nación perpetrando fechorías, mentiras y maldades si ello sirve a sus planes de dominio.

Uno de esos heladores escalofriantes es el ex presidente Zapatero, el flautista de esta camada socialista, que comenzó bailando con los lobos etarras bajo el ropaje batasuno anticipando el helor a sus sucesores y siguió danzando al ritmo del dictador Chávez y del tirano Maduro blanqueando su derribo de la democracia venezolana y que, convertido ya en magnate de influencias, trapichea con la China comunista o con Marruecos. De la mano, demasiadas veces como para ser casual, con José Bono, otro profesional de la gelidez patria.

Pero, naturalmente, el pasmo helador más grave para la nación española procede hoy del Palacio de la Moncloa y su inquilino, esperemos que no okupa, Pedro Sánchez.

Pero vayamos al final de la película. No sé cómo se las apañó pero en la extraña y selectiva cumbre de Londres sobre Ucrania (el Reino Unido no está en la UE y faltó media Unión, sobre todo la del Este), muchas televisiones lo mostraron abrazando efusivamente al incauto Zelensky, que no lo esperaba y no acertó a defenderse.

Ya sé que la oposición española también juega a refrigerarnos lo que puede, pero esas imágenes no van a congelarse porque serán cuidadosamente empaquetadas y remitidas a todos los medios afines y condescendientes para mostrar el mensaje: Pedro Sánchez, el tierno abrazador de Ucrania, abandonada por Vox, el socio del PP en algunos Ayuntamientos y Comunidades, aliado del que Núñez Feijoo no quiere desligarse. ¿Objetivo? Helar los resultados electorales de 2023 y perseverar en el gobierno monstruoso que nos escarcha la sangre desde entonces.

Como será el frío, que hasta Eligio Hernández, ex fiscal general del Estado, lo marcó en su termómetro judicial: "Hoy, el poder garante de los derechos humanos…es el poder judicial, pero el poder judicial está siendo objeto de un ataque sin precedentes en la Historia de España", dijo en su conferencia en El Patio del Indiano del viejo amigo y luchador demócrata cubano Rigoberto Carceller y su familia.

España lleva tiempo en una sala de frío, pero en el congelador de sangres entró cuando Pedro Sánchez se convirtió en presidente del gobierno. Se nos comenzó a helar la sangre con sus mentiras sistemáticas, con sus pactos con antidemócratas y herederos de los asesinos de ETA, con su desprecio a las víctimas, con su insulto a la solidaridad nacional, a las instituciones democráticas y a la decencia (familia, amigos, ministros todos imputados) y, ahora, un grado bajo cero más, a las fronteras españolas de Cataluña en manos del delincuente Puigdemont por el mismo puñado de votos.

Descanse en paz, doña Pilar, y sí, nos están helando la sangre y llaman a las cosas con nombres que no son los suyos. Cuando vuelvan a ver la foto del abrazo del sátrapa a Zelensky, piensen en el gas que este gobierno le ha estado comprando a Putin[i] y en su vergonzosa contribución económica a la OTAN. Más iniquidad. Pero, ¿qué importa la patraña si con ello congela a la oposición?

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